Al contrataque

Remendar

MANEL FUENTES

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Me congratula ver cómo los zapateros, las costureras o los lampistas cada vez tienen más clientes que les traen sus prendas u objetos para que los remienden. Poco a poco vamos huyendo del usar y tirar y volvemos a arreglar las cosas. Y es que, por convicción o por necesidad, parece que hemos iniciado el camino de regreso a casa.

En una de las mutaciones, la serpiente capitalista que nos domina nos hizo creer que lo que daría dinamismo al sistema era construir barato y casi de cualquier manera para intentar satisfacer inicialmente al consumidor con productos de baja calidad que en poco tiempo deberíamos cambiar. Esta aceleración de la vida útil de los objetos también se extendió a los de alta gama y así el último iPhone enseguida se convierte en el penúltimo. Con el agravante de que ante la tecnología y los bancos no tenemos grandes alternativas.

Remendar es un gran concepto. Es aceptar lo que tienes delante. Es ver cómo el tiempo ha pasado por él. Es ver sus rozaduras y sus rotos. Asumir su verdad y tratar de ponerle remedio para seguir a su lado. Para darle una nueva oportunidad de continuar siendo útil.

El deseo compulsivo es el motor de un sistema que genera insatisfacción constante en los que entran en la noria de la que tratan por todos los medios que no nos bajemos. Se trata de romper el círculo y de construir sólida y sosteniblemente buscando la manera de que todo aguante el mayor tiempo posible. Y de consumir responsablemente para no dar alas a espabilados oportunistas.

Historias por capítulos

Si así hubiéramos construido nuestro discurso público, ahora no se nos caerían los padres de la patrias cada dos por tres, ni hablaríamos de cajas b, ni habríamos llegado a generar burbujas del calibre que nos han estallado encima. Ni expulsaríamos a los mayores de 50 del mercado de trabajo porque entenderíamos que su experiencia es valiosa. El periódico, durante años, nos contaba historias por capítulos que ahora se nos caen enteras. Cuando caes desde una burbuja lo único que te para es la solidez del suelo. De golpe. La buena noticia pues, es que vamos cambiando, aunque sea a la fuerza, y la mala es que por el camino hemos perdido demasiado. Trozos de alma que pusimos en tantas cosas. Ritmos humanos que nos hacían paladear la vida un poco más, maneras en las que todo era más real y a la vez nos costaba todo un poco más. Disfrutar del esfuerzo y emocionarnos con la novedad por llegar solo de tarde en tarde y cuidarla como oro en paño.

Con la crisis nos han devuelto a la fuerza a los números de antaño. Ahora lo que sería exigible es que también nos devolvieran a todos la ilusión, el compromiso, la honestidad y las ganas de comernos el mundo. Es tiempo de remendar y de remendarnos.