A FAVOR DEL CELIBATO
Un regalo para la Iglesia
El mantenimiento del celibato obedece ala concepción del sacerdote como ministro entregado con plenitud a su misión
Carlos Pérez del Valle
Catedrático de Derecho Penal de la Universitat Abat Oliba CEU.
CARLOS PÉREZ DEL VALLE
El celibato apostólico es una norma de la Iglesia católica que, desde hace más de 15 siglos, se considera como signo y soporte de la entrega del sacerdote a su ministerio. No es pilar doctrinal de la misma Iglesia -como lo sería un dogma de fe- sino una tradición de la Iglesia latina que los Papas siempre han justificado sin fisura. La encíclica de Pablo VI 'Sobre el celibato sacerdotal' -publicada hace ahora exactamente 50 años- muestra la relación del celibato con el ministerio sacerdotal; es curioso que los argumentos a los que la encíclica responde coincidan exactamente con los esgrimidos hoy cuando se discute la norma.
Por esta razón, el papa Francisco, en el regreso del viaje a Israel en el 2014, decía a los periodistas: «Es una norma de vida que aprecio mucho y un regalo para la Iglesia».
En otras palabras: la norma podría cambiar; pero, en el marco de la Iglesia, pocas voces con rigor que conozcan de cerca el ministerio sacerdotal la discuten. La razón es sencilla: es idónea para los fines -en el orden espiritual y material- del propio ministerio del sacerdote. Aunque a ello se añade que el celibato no se origina como tradición de forma arbitraria, sino que se apoya directamente en el Evangelio cuando reproduce palabras de Jesús. El mantenimiento de la norma responde, por ello, a los textos que son fundamento de la Iglesia católica -y de otras Iglesias cristianas- y a la concepción del sacerdote como ministro entregado con plenitud a su misión.
ARGUMENTOS QUEBRADIZOS
Pero, además, la imagen de una Iglesia cerril que se quiere ofrecer en esta cuestión es radicalmente falsa e injusta. En los ritos orientales católicos es posible que hombres casados sean ordenados sacerdotes, aunque no obispos; y los ministros procedentes de la Iglesia anglicana que son acogidos en la Iglesia católica y están casados, pueden ser sacerdotes católicos. Argumentos como la ausencia de vocaciones o las inclinaciones sexuales naturales son más que quebradizos: hay escasez de vocaciones de Iglesias cristianas sin norma de celibato; y la inclinación sexual -los tintes machistas del argumento son inadmisibles en una sociedad moderna- se basa en una visión chata del amor conyugal en un sentido integral. En todo caso, la Iglesia respeta tradiciones diversas, pero no olvida que el celibato es la manifestación más clara de lo que significa el sacerdote: la imagen de Cristo en la comunidad de los fieles.
Regreso, en fin, a las palabras del papa Francisco, que habla del celibato como «un regalo para la Iglesia», porque muestran que algunos que discuten la norma en lo negativo quieren huir del marco positivo en que se desenvuelve: la lógica de la Iglesia es la lógica de la entrega y, en esa lógica, la entrega de sus ministros es un don.
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