DOS MIRADAS

Recuerdo tu mirada

Siempre supiste, Joan, mirar de otro modo. Del mismo modo que sabías huir a la tierra de las emociones cuando la realidad se tornaba hostil

EMMA RIVEROLA

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Hace calor. Un calor pegajoso, agobiante, pringoso como el tarro de vidrio que ha perdido la etiqueta, como una servilleta con restos de mermelada. De fresa. O de melocotón. Y los pinos hace meses que están resecos. Y la ropa se adhiere a la piel como una membrana húmeda de reptil. Y la primavera huyó de repente, temerosa de un verano que llegaba bravucón. Pero los críos siguen sin cansarse por las calles. Y los amantes se besan. Y los enojados continúan con el ceño fruncido. Más o menos como siempre. Y te lo escribo, te lo susurro, porque quizá te apetece descubrir todos los cuentos que se esconden en cada esquina, en cada pliegue de un vestido, en cada raja de sandía o en cada silencio atragantado. Mira, Josep Maria y yo hemos seleccionado un puñado de fotos. Recuerdos de los últimos meses. Imágenes de la tierra abierta ante nuestros pies. De amor con candados. De lápices que sangran. De gafas que perdieron la mirada... Pero antes, antes de perdernos en la ficción de la realidad, queríamos que fueras tú el primer invitado en esta página. Porque también es tuya. Como lo fueron tantas durante tantos veranos. Y quizá te apetezca jugar a encontrar historias dormidas. Siempre supiste mirar de otro modo. Del mismo modo que sabías huir a la tierra de las emociones cuando la realidad se tornaba hostil. ¿Empezamos el juego? Quizá nos olvidemos del calor. Y recordemos tu mirada.