El radar

Recortes en el cajón

JOAN CAÑETE BAYLE

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Una caja. Allí es donde Maria Pilar Giné, administrativa de Barcelona, guarda muchos artículos de los que Joan Barril publicó durante años en EL PERIÓDICO. A esa caja de recortes recurrió Maria Pilar cuando se enteró de la muerte del periodista y escritor: «Mis sentimientos se inundaron de lágrimas», nos explicó en la carta de homenaje a Barril que nos envió. María Guzmán -protagonista de un reportaje que publicamos esta semana sobre cómo afrontar la primera Navidad después de la muerte de su marido, la primera Navidad con una ausencia en la mesa- guarda en un cajón del mueble de su salón recortes de artículos de la contraportada del diario, textos del propio Barril, de Olga Merino, de Jordi Évole, textos que por algún motivo le gustaron, le llamaron la atención, despertaron algo en ella tan fuerte como para coger las tijeras, recortar el papel, guardarlo en el cajón y releerlos de vez en cuando.

Olga Noé y su marido, Xavier Ribas, compartieron páginas con María Guzmán (Olga. literalmente, volvió a nacer este verano tras un aneurisma cerebral). En su cajón de los recortes, guardan dos incunables: el primer número de EL PERIÓDICO, en blanco y negro, del 26 de octubre de 1978, y el primer número de la edición en catalán, el 28 de octubre de 1997.

A veces, a los periodistas se nos olvida que sin saberlo, en muchas ocasiones sin ni siquiera pretenderlo, establecemos profundos vínculos sentimentales con gente (lectores, oyentes, audiencia, últimamente usuarios o socios, se suele llamar en el oficio a las personas, a los ciudadanos) a la cual no conocemos de nada, pero que, a través de nuestro trabajo, sí nos conocen a nosotros. Por ahí se empieza a entender, por ejemplo, las sentidas muestras de condolencia por la muerte de Joan Barril que recibimos en 'Entre Todos', textos de quienes sentían que habían perdido a alguien si no propio, sí cercano, al fin y al cabo lo que Barril escribía habitaba en sus cajones, los de su salón, los de su dormitorio, los de sus vidas, y ya se sabe que no solemos dejar entrar a cualquiera en nuestros cajones.

Palabras nuevas para conceptos viejos

Antes de las redes sociales, el recorte de un artículo era una forma de retuit, de 'Me Gusta' analógico. Con la llegada de internet, la prensa, el periodismo, afrontó muchos retos (los sigue afrontando). Es cierto que a veces (muchas) en el camino nos extraviamos, que por ejemplo empezamos a usar palabras nuevas para referirnos a conceptos viejos. Comunidad, por ejemplo. Comentario. Red social. Como si antes de poder entrar en una web, registrarse con un 'nick' y un correo electrónico y comentar una noticia no hubiera vínculo alguno del periódico, el periodismo y el periodista con su lector, como si la comunidad de lectores alrededor de una cabecera fuera una cosa solo digital.

No parece lo mismo guardar en una caja de zapatos recortes de los artículos de Barril que acumular en una carpeta del escritorio del ordenador 'links' de los mismos artículos. Ahora que se busca tanto la fidelidad del lector digital, ¿qué comunidad es más de fiar, más propensa a no serte infiel, a continuar contigo a través de 'banners', páginas de enlaces y miles de atractivos muros, la que te recorta con tijeras o la que te hace Fav o retuit?

Antes de que se teorizara tanto al respecto, un periódico (o un programa de radio, o un concurso de televisión) ya tenía a su alrededor una comunidad. La de papel, a diferencia de la audiovisual, permitía a sus miembros recortar y guardar, regresar y releer. Con el reto digital, han cambiado las herramientas, se han multiplicado los potenciales usuarios, ha aumentado la competencia, pero la esencia sigue siendo la misma: como medio, como periodista, qué dices y cómo lo dices para que tanta gente que no te conoce de nada considere que es lo bastante valioso como para recortarlo y guardarlo. En una caja, en un cajón o en su perfil de Google+.