La rueda

La 'realpolitik' de Carlos Aragonés

NACHO CORREDOR

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Después de 10 años, Carlos Aragonés, director del gabinete de Presidencia en los gobiernos deAznar, el domingo vino a Barcelona.Aragonés, filósofo practicante y de formación pero pragmático en la práctica, dejó alucinados a los asistentes a una de las pocas entrevistas que ha concedido. «Durante muchos años he practicado el voto de silencio, y hoy lo voy a romper», comentó. Tras pedir permiso, reproduzco algunas de las cosas que dijo. «Siempre he preferido a un malo que a un tonto; el malo tiene un proyecto, y lo sabes; el tonto, y en nuestro Gobierno estatal y autonómicos hay muchos, nunca sabes por dónde te puede venir. Es la diferencia entre tener proyecto y no», cuenta un amigo después de conocerlo, insinuando que el protagonista del artículo de tonto no tiene un pelo. Nos conocimos hace dos años, compartiendo mesa después de un curso organizado porJordi Xuclà (CiU) tras la manifestación del 10-J, yAragonésestaba sentado a mi derecha. «El nacionalismo debería proponer una reforma de la Constitución», dijo. Defensor de haber intervenido en Irak, y consciente del fracaso de la operación,Aragonéscuenta, con una tranquilidad que hiela, que «con Irak tuvimos engarce con elestablishmentamericano. Y ese era nuestro objetivo».

Personaje afable y misterioso, cosa que le ha hecho ganarse la fama de hombre poderoso,Aragonés es un tipo inteligente, raro, como dice un conocido cronista madrileño, en el sentido literal de la palabra, muchísimo más leído que la mayoría de políticos, y probablemente mucho más racional (sin juzgar si esto es bueno o malo). La situación requiere políticos cultos y con proyectos claros, y sin entrar en valoraciones éticas o morales,Aragonés va muy por delante en las dos cosas. De modo que, sí, la izquierda necesita su propioAragonés.