El camino de Hillary Clinton

Lo que ha apartado a la candidata de la presidencia de EEUU y nos ha metido a todos en una pesadilla no es una cuestión de género

Hillary Clinton abraza a una niña en su sede electoral

Hillary Clinton abraza a una niña en su sede electoral

RAFAEL VILASANJUAN

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El análisis de la primera mujer que entre en la Casa Blanca como presidenta va a tener que esperar. Lo que parecía un camino despejado para que se rompiera ese techo de cristal que solo traspasan los hombres nos ha llevado al abismo, al fracaso de Hillary Clinton, que de momento a este lado del mundo, a excepción de la extrema derecha, percibimos como un desastre.

Con la carrera política mas sólida, brillante y larga de una mujer en EEUU era difícil pensar que no ganaría a un candidato esperpéntico e inexperto. Es fácil argumentar que a Hillary le ha acabado pasando factura ser mujer, que la discriminación sigue siendo una barrera infranqueable. Pero hay suficientes razones para explicar que lo que ha apartado del sueño a Hillary y nos ha metido a todos en una pesadilla no es una cuestión de género.

La sociedad americana no la ha castigado por ser mujer. Al revés, le ha dado a ella más de medio millón de votos más que a su rival masculino. La presidencia la decide un sistema que premia el equilibrio entre estados y donde el ganador de cada uno de ellos se lo lleva todo. Luego si en esos estados críticos que han acabado decantando la balanza hubiera calado mejor su estrategia, ahora estaríamos diciendo que por fin la lucha de las mujeres ganaba la Casa Blanca.

CANTOS DE SIRENA

No es así y otra de las razones es precisamente el discurso. Su campaña cayó en la trampa de pensar que en un referéndum sobre Trump le bastaba con demostrar que ella era la única cualificada para el puesto. Pero ¿dónde estaba el mensaje?¿Dónde el proyecto? En una economía que Obama logró salvar de la crisis financiera, la brecha entre ricos y pobres ha crecido castigando sobre todo a la clase media. Incluso en la batalla demócrata su rival, Bernie Sanders, con todo en contra, le ganó en 22 estados y le mostró el camino por donde los demócratas debían recoger el testigo y cambiar el malestar. Hillary no quiso transitar por ahí y la clase trabajadora blanca, tradicionalmente demócrata, ha mudado entusiasmada hacia los cantos de sirena de un candidato que les asegura que sus males vienen de fuera y que sabe cómo protegerles.

Para todos ellos el cambio era Trump. En la historia reciente americana, tras ocho años de mandato el cambio de partido en el Gobierno solo ha tenido una excepción, cuando Bush padre sucedió a Reagan, el resto ha seguido un relevo matemático. Las encuestas no ayudaron y el convencimiento en la victoria ha hecho que Hillary no arriesgara y su mensaje no arrastrara. No es cuestión de género. Lo que dice el resultado es que entre la América rural y la urbana hay un mundo, un abismo mucho mayor que en la discriminación entre hombres y mujeres, contra la que Hillary ha demostrado precisamente que es posible ganar.  No lo ha conseguido pero su camino abre recorrido para otras mujeres brillantes de la política americana como Elizabeth Warren, Samantha Power y muchas otras que tendrán que seguir luchando contra la dominación masculina, pero sabiendo que pueden ganar.