PEQUEÑO OBSERVATORIO

Que agosto les resulte amable

Me llevaré al hotel a mi vieja compañera, la Olivetti, que es una amante muy exigente

JOSEP MARIA ESPINÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tengo que avisar a los lectores de que me voy unos días de vacaciones. EPequeño observatorio deja temporalmente de funcionar. O quizá sería más exacto decir que deja de emitir hacia el exterior, hacia el papel impreso. Porque la tendencia a observar es en mi caso una droga que ya hace tiempo que se ha apoderado de mí y no conozco ninguna receta que me la cure. Es una droga que se me presenta en cualquier momento del día. Tanto si miro hacia la derecha como si miro hacia la izquierda. Lo sé perfectamente. De vez en cuando me paro en un objeto, en un punto del paisaje, en una página del diario (que seguiré leyendo), en un pensamiento que me llama a la puerta, en una frase que alguien dice cerca de mí.

No es el fruto de proyectar una atención deliberada en un hecho, en un punto. No, es que siento que estoy rodeado de puntos, lo digo así, pero pienso que el lector me entiende. Tenemos tantas cosas al alcance de la mirada... Escuchamos tantas frases... Y se pone en marcha, sin que pueda evitarlo, una asociación de observaciones que quieren convertirse en pequeñas ideas. El artículo hará vacaciones pero el Pequeño observatorio no las hará. Nunca he sabido cómo apagar la luz para que se duerma.

Así que la inquietud que a veces me visita -«tengo que encontrar el tema para el próximo artículo»- ahora será sustituida, en algún momento, por una extraña incertidumbre: no tengo que escribir nada, tranquilo. Ya ven, amigos lectores, lo que me espera. Sencillamente respirar, mirar las olas, observar cómo el sol se va escondiendo, escuchar el motor de la barca que pasa, conversar sobre cualquier cosa con un amigo de verano. Nada de política, nada que pueda convertir la conversación en discusión... De todos modos, me llevaré al hotel a mi vieja compañera, la Olivetti, porque dejarla sola en Barcelona nos rompería el corazón, a ella ya mí. Pero confieso que el descanso absoluto no está asegurado. La Olivetti es una amante exigente. Siempre pide.