MIRADOR

La mutación del PSC

MARÇAL / SINTES

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Quizás tenga una idea anticuada, apolillada, sobre el PSC-PSOE. Puede que lo que fue cierto durante muchos años ya no tenga nada que ver con una realidad que, como es notorio, se ha acelerado y licuado tanto que en muchas ocasiones se nos escurre entre los dedos.

Por eso -ya digo: probablemente culpa de mis limitaciones- me cuesta terriblemente reconocer en el PSC de hoy al de toda la vida, el de ReventósObiolsSerraMontillaCorbachoLluchMaragall, incluso de Pere Navarro. Y eso que Miquel Iceta, su primer secretario actual, no es precisamente un pimpollo salido de las caóticas asambleas universitarias, sino un apparatchik -sin ánimo alguno de ofender- que lleva toda su vida sirviendo al partido.

Me di cuenta de que debía repensar mis nociones sobre el socialismo catalán -de lo que queda de él- el pasado día 13 de junio, cuando se invistieron los nuevos alcaldes.

El PSC votó a favor de Ada Colau sin incomodidad aparente, todo lo contrario. Destacados nombres del ámbito socialista se aprestaron a colaborar con la izquierda radical. Muchos de los cuadros socialistas situados en puestos clave del Ayuntamiento -a los que Trias ni quiso ni pudo echar- celebraron con regocijo lo que incisivamente Vicenç Villatoro ha calificado como "la restauración" tras el paréntesis convergente. ¡Había que verlos aplaudir cuando Colau reunió a los trabajadores del Ayuntamiento para dirigirles unas primeras palabras como alcaldesa de Barcelona! Algunos, desconcertados como yo mismo, buscan explicaciones a la mutación, al giro socialista en favor de quienes rechazan frontalmente una Barcelona y una Catalunya que no serían lo que son sin la mayúscula contribución del PSC. Unos dicen que el PSC no quería dejar de votar a Colau para no alinearse con CiU, Ciudadanos y el PP. Pero eso no aclara por qué no se abstuvieron. Otros, más descarnadamente, señalan que el PSC tiene ahora un único objetivo: salvar el cuello y los muebles que quedan, y que para ello hará lo que haga falta. Ayer Pedro Sánchez fue proclamado presidenciable a las generales previstas para finales de año. Habrá que ver si, ante la amenaza de Podemos, el PSOE se traviste de izquierda radical o si se reivindica a si mismo, y planta cara. Diría que, aunque no es para nada seguro que el segundo camino lleve al éxito, el primero conduce al desastre. Debería recordar Sánchez que Felipe González dio siempre la espalda a los comunistas. Tanto fue así que Julio Anguita acabó asociándose con Aznar (y Pedro J. Ramírez) para derribar al PSOE. González había aprendido la lección del cínico y sabio Mitterrand, que jamás vio al PCF como algo próximo ni, mucho menos, a imitar.

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