El futuro de los socialistas
PSC (PSC-PSOE), ruptura inteligente
La separación ayudaría a ambos partidos a recuperar un margen de maniobra que es imprescindible
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
El PSC (PSC-PSOE) pronto cumplirá 35 años. Lo hará bajo mínimos en el día a día y en las expectativas. El proceso de unidad de los socialdemócratas catalanes y españoles acertó en un programa de izquierdas, de convivencia y catalanismo, imprescindible para entender el país de hoy en política lingüística, en educación o en la modernización de las ciudades. Su gestación no fue fácil: el mismo día del congreso,Alfonso Guerrasofocó con mano de hierro una rebelión en la federación catalana del PSOE de quienes se negaban a la desaparición del partido dePablo Iglesias.La fórmula se demostró eficaz, otorgando al Partit dels Socialistes de Catalunya una centralidad política indiscutible, vigente durante décadas.
La fatiga en los materiales humanos y políticos empleados para mantener un equilibrio delicado en una sociedad catalana siempre en movimiento ha acabado por hacer estragos en el PSC. El famoso y maltratado tripartito fue el paradigma de los límites de este ejercicio meritorio pero agotador de compatibilizar los intereses nacionales en Catalunya con las urgencias tácticas de los compañeros de Madrid.
El acelerón soberanista, asumido de forma muy amplia entre la ciudadanía tras la afrenta del Tribunal Constitucional a la voluntad de los catalanes de dotarse de un Estatut, ya de por sí negociado a la baja, ha provocado en el PSOE una reacción españolista muy aguda; exacerbada, quizá, por la depresión subsiguiente a la etapa deZapateroen la Moncloa. Lo cierto es que hoy el principal problema del PSC es el PSOE, fuente inagotable de desmentidos a sus propuestas; de la misma manera que los tímidos posicionamientos dePere Navarroen el campo del derecho a decidir son motivo de desgaste paraRubalcabaen el resto de España.
Los días dulces del millón y medio de votos en las generales y el millón cien mil en las autonómicas son historia. La marca del PSC con paréntesis acumuló unas pérdidas de 600.000 votos en las últimas convocatorias. Atendiendo a la hipótesis de que los desafectos no son los mismos en uno y otro caso, la magnitud de la pérdida es incontestable. ¿Por qué mantener una asociación y un programa superados? Y no solo electoralmente (la esperanza del repunte es lo último que pierde un buenapparatchick) sino en la calle, en la agenda política catalana, obsesionada -guste o no guste- por la relación insatisfactoria entre Catalunya y el Estado español, y, en consecuencia, por la solución al contencioso.
La vieja fórmula fue un éxito porque respondía al espíritu de una época determinada. Hoy es una losa insoportable para los dos socios. La credibilidad de cada uno de ellos se resiente de tanta contradicción y tanta exhibición de la diferencia frente a los nuevos tiempos. En primer lugar, habrá que aceptar una verdad: el reconocimiento o la negación del derecho a decidir supone una discrepancia fundamental para mantener una oferta conjunta, un abismo que no se puede trampear con discursos contemporizadores. Luego, constatar que los dos socios difieren en la profundidad de la idea federal como salida del laberinto. Finalmente, comprobar la divergencia en las prioridades estratégicas: el PSOE se presenta anclado en el nacionalismo español, beligerante ante el derecho a decidir, con especial interés por taponar la sangría de votos practicada por el PP y Ciutadans en la retaguardia españolista; el PSC tiene ante sí el monumental reto de definir una alternativa de izquierdas y federalista en un espacio soberanista plural.
Los socialistas catalanes se enfrentan a un escenario muy adverso dada la apropiación en exclusiva de derechos colectivos y procesos aún abiertos perpetrada por los independentistas; estos, con la ayuda interesada del PP, han conseguido confundir una de las posibles construcciones estatales con el mismísimo principio democrático de la decisión. La maquinación conceptual complica la empresa, hasta el punto de aconsejar la liberación de las dos siglas del paréntesis. Una ruptura inteligente de la entente actual otorgaría al nuevo PSC y al PSOE de siempre el margen de maniobra imprescindible para rehacer las credibilidades maltrechas y poder así cumplir sus objetivos. La socialdemocracia compartida
-y muy necesaria para remontar la emergencia de la crisis económica- ofrecería una base sólida para una cooperación poselectoral mucho más flexible.
Mientras un periodista pueda conseguir de Ferraz una crítica o una diferencia de criterio a una propuesta de reforma constitucional del PSC, la fuerza de este para situar la idea de una Catalunya federada en la categoría de solución creíble será nula. Sentimentalmente, puede entenderse la nostalgia por el acierto de los fundadores. Ellos sabrían ver que no es solo un problema de votos, sino de fórmula. Sus nietos, no parece.
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