Geometría variable

La propuesta Rubalcaba

JOAN TAPIA

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Finalmente Rajoy contestó medidamente a la carta de Artur Mas, intentando no cerrar puertas pero insistiendo en el respeto a la  norma constitucional. Era la opinión casi unánime de la prensa del domingo. Y el conseller Homs respondió con extrema cautela. La Generalitat está dispuesta a dialogar pero quiere convocar la consulta en el 2014. Quizá se está abriendo la posibilidad de evitar, sin que nadie renuncie a sus posiciones, un grave choque de trenes en el 2014 que dañaría la economía y de esperar a ver lo que sucede a finales del 2015 cuando Rajoy -o quien sea entonces candidato del PP (si gana)- perderá la mayoría absoluta. Lo mismo que le pasaría al PSOE si llegara en primera posición, algo que según las últimas encuestas no es ya imposible. Madrid sin mayoría absoluta es un escenario siempre favorable a CiU y Mas ya ha dicho que las elecciones plebiscitarias independentistas (que Unió ve con recelo) no serán antes del 2016.

Por su parte, en la Festa de la Rosa del PSC, Rubalcaba insistió en la alternativa pactada con Pere Navarro, la reforma federal de la Constitución, que ha recibido un apoyo de peso tras el editorial del Financial Times que pedía que Catalunya y España «revisaran» la convivencia y aconsejaba el federalismo asimétrico -esbozado por Pasqual Maragall- como vía de superación del conflicto. ¿Se acuerdan de la hostilidad con la que la derecha española reaccionó a la asimetría? ¿Y de la reticencia del nacionalismo catalán? Ahora lo aconseja el Financial Times, cuyas opiniones no es obligado compartir pero que representa al establishment de Gran Bretaña, el país más pragmático de la UE, que ha pactado la consulta escocesa.

Algunos analistas se apresuraron ayer a subrayar que tanto Rajoy como Rubalcaba querían aproximarse a Catalunya pero obviaban la consulta, en la que sí insistió Pere Navarro. Es cierto parcialmente porque la reforma federal de la Constitución -que no es lo que apuntó el ministro Margallo cuando reconoció que la Via Catalana había sido un éxito- haría obligatorio un referendo en toda España. Y en ese referendo el resultado catalán sería relevante. Miquel Iceta ha dicho que en este escenario (quizá por eso la derecha española se resiste a contemplarlo) ninguno de los dos grandes partidos estatales querría que la nueva Constitución sufriera un fuerte revolcón en Catalunya. Y que ello facilitaría -como ya pasó en 1978, cuando Miquel Roca y Jordi Solé-Tura tuvieron un destacado papel en el texto constitucional- un nuevo pacto entre los partidos españoles y el catalanismo. El referendo de la nueva Constitución permitiría también que el electorado catalán expresara su posición sobre la inserción de Catalunya en España. Una aproximación al derecho a decidir, ya que un voto mayoritariamente negativo de los catalanes no podría dejar de tener serias consecuencias políticas.

Hay que recordar que la última vez que Catalunya tuvo la oportunidad de manifestarse sobre su futuro -el referendo sobre el Estatut del 2005, que tan ácidamente se ha criticado que el Tribunal Constitucional no tuviera en cuenta cuando la sentencia- la participación solo rondó el 50%. Y curiosamente la actitud contraria a esa incardinación en España -defendida entonces con convicción por CiU, PSC e ICV- solo tuvo la oposición conjunta -por motivos radicalmente contrarios- del PPC y ERC, que por cierto no lograron levantar demasiados votos. Si el PP no hubiera sido tan radical -podía votar en contra pero no dar guerra en el Constitucional- ahora podría decir que la tan reclamada consulta ya se celebró. No se debe hacer política pensando solo en el corto plazo.