La posverdad culé

Aquellos amigos que prometieron dedicarle los mejores años de su vida al Barça siguen en guerra

Junio de 2004: Laporta y Bartomeu celebran la Liga de baloncesto.

Junio de 2004: Laporta y Bartomeu celebran la Liga de baloncesto. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / BARCELONA

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Ya lo escribió Antonio Machado: "¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad". Y John Fitzgerald Kennedy adivinó el pensar de muchos cuando dijo: "Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo".

Ahora que se ha puesto tan de moda la posverdad, la media verdad (y triunfa: The Washington Post le contabilizó 194 a Donald Trump en sus 45 primeros días de mandato), da la sensación de que el entorno barcelonista, sin duda aprovechando el caos creado por tanto juicio y, no nos engañemos, el desastre de caer en la Champions de mala manera y en la Liga, según Gerard Piqué, por culpa de no tener aún el VAR, ha puesto en marcha una campaña de verdades a medias, unos para quedarse (Josep Maria Bartomeu nunca quiso ser presidente y ahora quiere, con la ley bajo el brazo, cumplir su mandato) y otros para volver (Joan Laporta, nunca quiso dejar de ser presidente y hasta se mantuvo en el cargo pese a perder una moción de censura, en el 2008, insuficiente, según la ley culé, para echarlo).

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Hay quien piensa que las verdades a medias, así como la verdad fuera de contexto, tienen efectos más poderosos que las mentiras, ya que pueden convencer más fácilmente al receptor del mensaje gracias a la parte de verdad aportada. Sabido es que la media verdad es una declaración engañosa, que incluye algún elemento de verdad. Han tenido que llegar Trump y las redes sociales para darnos cuenta de que el barcelonismo ha vivido décadas y más décadas emborrachándose de verdades a medias. Y ahí sigue. Manden unos u otros.

Porque lo más terrible de esta situación, lo más desagradable y sorprendente (ustedes y yo, que aún tenemos amigos del cole, del trabajo, vecinos y hasta familiares, con los que comemos y cenamos habitualmente, orgullosos todos de nuestra amistad, sabemos de lo que hablamos) es que aquellos que convirtieron su supuesta maravillosa amistad, idílica, moderna, de power point, en algo innegociable han acabado acuchillándose entre ellos, olvidando, unos y otros, que nos contaron medias verdades, ni eran amigos para siempre ni dedicaron los mejores años de su vida al club.

Han pasado muchos años y, sí, cierto, el barcelonismo ha vivido instantes, momentos, épocas, conquistas celestiales, únicas, casi, casi irrepetibles, pero, viendo temblar el árbol, alguien ha decidido agitar de nuevo el tronco para ver si cae, otra vez, el presidente o se salva, como se salvó Laporta, por la ley, aún perdiendo la moción de censura.