Podemos aprueba una primera asignatura

Raimundo Viejo charla con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en el hemiciclo el pasado miércoles.

Raimundo Viejo charla con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en el hemiciclo el pasado miércoles. / periodico

JOAN TAPIA

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Todavía no hace dos años que Podemos dio la sorpresa en las europeas del 2014 sacando cinco diputados. Fue la traslación a la política del movimiento de los indignados y del hastío por los casos de corrupción.

Entonces se dijo que los antisistema acabarían con la casta y Pablo Iglesias pronunció la famosa frase “el cielo no se conquista por consenso sino por asalto”. Pero luego, paulatinamente, Iglesias e Iñigo Errejon atenuaron el tinte bolivariano y aterrizaron en posiciones mas moderadas. Al fin y al cabo el propio Alexis Tsipras –el ídolo después de Hugo Chávez- tuvo que hacer marcha atrás de todo lo prometido y despedir al alabado e ineficiente Yanis Varoufakis.

Y en las elecciones generales Podemos optó por ser, al mismo tiempo, un partido de protesta radical y una socialdemocracia de izquierdas, atraer al voto irritado con “la casta” pero rehuyendo todo extremismo. Por otra parte –y con la promesa de que tendrían grupo parlamentario propio- tejieron alianzas electorales en Catalunya, Valencia y Galicia con movimientos de protesta más territoriales.  

Y el resultado electoral fue bueno. Tercer partido con 5,2 millones de votos, el 20,7% y  69 diputados, aunque Iglesias dijo que les había faltado una semana y un debate. No se refería a ganar las elecciones al PP, que les superó en ocho puntos, sino al objetivo de desbancar al PSOE como el primer partido de la izquierda.

Pero tras la alegría, el aterrizaje. El PSOE es el segundo partido y tiene la clave de cualquier investidura. Además Iglesias prometió a la ligera los cuatro grupos parlamentarios. El reglamento del Congreso no lo permite: no se puede exhibir un bloque de 69 diputados y luego, aduciendo que son cuatro coaliciones, exigir tener los recursos parlamentarios que tienen el PP, el PSOE y Ciudadanos multiplicados por cuatro.

Pero Iglesias lo había prometido a Ada Colau, a Mónica Oltra y a las mareas gallegas. Y estos líderes lo habían vendido a sus electores. Al llegar el choque con la realidad solo cabía protestar al máximo. La culpa sólo era del búnker contrario el cambio (PP, Ciudadanos y PSOE).

Podían haberse quedado aquí escupiendo al cielo antes de asaltarlo. Pero no lo han hecho y han aprobado su primera asignatura

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parlamentaria. Iglesias y Errejón –un tándem a seguir- han logrado pactar un grupo confederal que, al parecer, actuará de forma parecida (pero con más fuerza) a la del grupo IU-ICV la pasada legislatura. Y los aliados catalanes y gallegos han aceptado. Los cuatro diputados valencianos de Compromís no (por el momento), con lo que Podemos es ya un grupo con 65 diputados (47 de Podemos, 12 de En Comú y 6 de En Marea).  

Han superado la primera asignatura pero dentro de poco se van a enfrentar a la segunda. ¿Están dispuestos a asumir compromisos de gobernabilidad en un pacto con el PSOE o prefieren rehuir esa responsabilidad y mirar desde la barrera las derrotas de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez esperando tener más fuerza tras unas nuevas elecciones?

Tendrán que elegir. Optar por la gobernabilidad implica renunciar a muchas promesas populares. Errejón ha dicho que Sánchez ponía como ejemplo a Portugal pero no quería romper con Alemania. Es que se trata precisamente de eso. En economía es posible utilizar el escaso margen disponible –como Portugal- dentro de lo que permite estar en la moneda común. La disciplina del euro se puede criticar desde la oposición (o desde los diarios) pero ningún pueblo ni gobierno osa salir. Ahí está el ejemplo griego.

Si Podemos elige la gobernabilidad deberá aceptar la disciplina europea, como ha acabado haciendo con el reglamento del Congreso.