El plástico es oro

No comparto la idea de que el plástico sea algo cutre, vulgar y de baratija. Muy al contrario creo que es un material noble y precioso. Precioso por precio y por belleza. No solo eso sino que además es el material más inteligente del planeta, nacido del ingenio humano. El ébano, el ónix, el oro o los diamantes, son fruto de la naturaleza, siempre han existido, los explotamos. Pero el plástico nació gracias a nuestra irrefrenable curiosidad, lo inventamos.

A quién se le iba a ocurrir que un líquido putrefacto y maloliente, podría transformarse, por ejemplo, en un sofisticado corazón artificial. Sin el plástico nuestras vidas serían terriblemente más incómodas. En el ámbito sanitario salva diariamente muchas vidas: prótesis, jeringuillas de un solo uso, bolsas de sangre, viales... Por eso mismo es un absurdo quemar su materia prima, el petróleo, para hacer funcionar los motores de los vehículos. Algún día nos arrepentiremos de haber malgastado este recurso escaso quemando gasolina.

Generaciones venideras no entenderán este desaguisado. El petróleo tampoco debería malgastarse en hacer bolsas, platos y cubiertos, que acertadamente han decidido prohibir en Francia. Porque son usos que pervierten y degradan su altísimo valor. El poco petróleo que queda debería reservarse para producir plásticos sofisticados para usos específicos, donde sea de momento insustituible. Con procesos costosos es posible reducir su carácter contaminante, y reduciendo su uso a bienes necesarios su problemático reciclaje quedaría acotado.

Tal vez sea posible que la investigación desarrolle pronto otros polímeros tan eficientes a partir de materias primas orgánicas alternativas, los bioplásticos. Pero de momento yo guardaría con mucho mimo esta materia artificial tan versátil, que alguien imaginó hace ya siglo y medio para sustituir el preciado marfil.