LA CLAVE

Petróleo en la playa de la Barceloneta

IOSU DE LA TORRE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A vuelo de dron, este verano las playas de la Barceloneta dibujan un campamento de sombrillas de un blanco arenoso que acotan el espacio a modo de colmena. El lenguaje de las sombrillas cubre ese gran bazar por donde circulan todas clase de mercaderes. Ha emergido un zoco asido a la milla de oro en que se ha convertido el barrio de pescadores que ahora, dicen, navega a toda vela.

Debajo de la serpiente, la playa. Nada que ver con el eslogan del mayo francés. Hace mucho que aquí desaparecieron los adoquines bajo el asfalto. Y aunque una leyenda urbana sostiene que alguna tonelada de ese pavimento acabó ennobleciendo la fachada de la torre de un jefazo de la Guardia Urbana, lo cierto es que se esfumaron de las grandes avenidas. Como los sueños.

Igual fue verdad y debajo de los adoquines se encontraba la playa y debajo de esta, el petróleo.

En busca del oro negro esclavos llegados al nuevo mundo excarba n de sol a sol. Babel en la arena. Vendedores de pareos ‑«¡a 12 euros, me los quitan de las manos!»‑, porteadores de daiquiris y mojitos inclasificables, masajistas asiáticas, al rico helado de coco, coco, tatuadores de gena, tríos musicales, salpimentan un territorio exprimido también con el alquiler de parasoles y hamacas, de bicicletas acuáticas, sin despreciara los chiringuitos 'non stop'

Habrá que contactar con idealista.com para averiguar si son capaces de tasar el precio el metro cuadrado en la playa de Sant Sebastià en caso de que pudiera ponerse en venta. Solo para millonarios. Rusos, mexicanos o catarís que te vi. La playa mengua, se alquila, se vende, se trocea, y final será para los que la puedan pagar, avisa Vicens Forner. 

ENERGÍAS ALTERNATIVAS

Pasqual Maragall devolvió el Mediterráneo a la ciudad que vivía de espaldas al mar. Hoy, el horizonte es el hotel W, los cruceros descomunales, los ferraris y lamborginis que aparcan cerca del futuro Ermitage. A su alrededor, una oferta turística más parecida a Lloret de Mar que a Miami, clama Agustí Carbonell. Y todo será más caro, advierte Pau Arenós, en la ciudad donde los prodigios son cada vez más de cartón piedra.