Pedro Sánchez, manual de instrucciones

XAVIER BRU DE SALA

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Con el paso del tiempo, tan acelerado, empieza a crecer el figurín de Pedro Sánchez. Si Dios amasó un pedazo de barro para modelar al hombre, un buen profesional puede convertir en ganador al candidato que apareció en el escaparate de la noche a la mañana, igual que un maniquí. Si estuviéramos en América, ya estaría consolidada la religión del nuevo líder. Pero estamos en Madrid, capital donde la inteligencia política está siempre enturbiada por pulsiones primarias.

Alto y claro, en las próximas generales, el PSOE tiene las de ganar. No hagan caso de los sondeos pensados en Madrid sino del olfato. Y de la memoria, sobre todo de la memoria. ¿Por qué ganó el tenebroso Aznar? Porque hundió a Felipe, demasiado tiempo aferrado a la silla. ¿Por qué ganó el PSOE antes de tiempo (no Zapatero)? Porque Aznar se roció con el combustible de la propia soberbia y en las Azores se acercó el mechero al puro. La figura de un bonzo rodeado de llamas con un habano de palmo en la boca en medio del océano, digna de Valle-Inclán, arrastró a Rajoy a las tinieblas. Pero como Rajoy es tan incombustible como la nada, solo tuvo que esperar a que Zapatero negara la evidencia de la crisis e hiciera de contrapeso al ascensor que lo llevó a la Moncloa. El mal de la democracia española es que el ascensor del poder tiene el motor estropeado. Si uno sube, es porque otro baja.

Contra la teoría de la recuperación económica como palanca milagrosa que frene la caída de Rajoy, deberíamos tener en cuenta la siguiente: los inicios de la recuperación favorecen al PSOE (y no solo porque hacen daño a Podemos), pero a condición de que pare de luchar en contra y se deje empujar por este viento favorable. En vez de negar la evidencia y apelar a los millones que aún no perciben el crecimiento, Sánchez debería encaramarse al carro de las buenas perspectivas para situar a España en un cruce. O aprovechamos la recuperación para invertir en equidad y bienestar, sin olvidar el crecimiento, o dejamos que se consolide la desigualdad entre los pocos de arriba y los muchos de abajo que pretende imponer el PP. Este discurso vende. Tanto, que vende sin que lo pronuncien.

Además de desembarazarse de Chaves y Griñán, y suponiendo que la inteligencia política de sus asesores deje de estar enturbiada por las pasionales nieblas madrileñas, Sánchez se debe volver cercano. Imprimir movimiento a un maniquí es relativamente sencillo. Insuflarle un alma ya requiere poderes bíblicos. Rajoy es un anodino que se ha doctorado en las artes de la supervivencia, especialidad nada despreciable en política. Sánchez debe dejar de ser un maniquí que espera el despegue automático del ascensor de la Moncloa. Último consejo por hoy: sé quién eres, si es que eres alguien.