DOS MIRADAS

Opio del pueblo

Vivimos en un mundo en el que algunos pretenden que el deporte sea una burbuja de pureza frente a la perversión de las ideas

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Escribo este artículo sin saber el resultado de la final de Copa y sin saber tampoco qué habrá pasado con todo el ajetreo de las estelades en el Calderón. Las circunstancias de estos días han estado en la raya del paroxismo, es decir la acumulación de síntomas de una morbosidad extrema, una enfermedad que no atenta contra una ideología sino contra la posibilidad de que esta ideología sea expresada.

El mensaje que soltó Xavier Sardà lo resume con claridad. Él, que es "la persona menos independentista que conozco" (como aseguró Julia Otero), se fotografió con una estelada y con un lema que decía: "No os enteráis". Es la esencia de la democracia. Parece que Voltaire no lo afirmó, pero todo el mundo piensa que sí y sigue siendo vigente: "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo".

El otro mantra de esta semana ha consistido en estigmatizar la política -la suciedad- a favor de la limpieza del deporte. "No se pueden mezclar", apuntaron. ¿Cómo que no se pueden mezclar? Siempre se han mezclado, el deporte y la política. Siempre. Entre otras cosas porque todo lo que hacemos es política. Vivimos en un mundo en el que algunos pretenden que el deporte sea una burbuja de pureza frente a la perversión de las ideas. ¿No nos damos cuenta de que de esta forma construimos una sociedad aséptica, acrítica, sometida al dictado del totalitarismo? El espíritu del opio del pueblo perfuma nuestros días.