CDC y el asunto del hiperliderazgo

Quizás un gran defecto de CDC ha sido creerse siempre una formación predestinada. Cierto que todos los partidos se sienten algo ungidos por el dedo divino, pero quizás en Convergència la dosis ha sido excesiva.

Aunque tener un destino histórico es también un gran activo porque da fuerza, autoconfianza y es un potente complemento vitamínico. Y si a ello se une el hiperliderazgo --un dirigente superactivo con vasta cultura política y capacidad de arrastre-- estamos quizás ante la clave de que CDC haya sido el partido dominante de Catalunya durante muchos años. Pero todo tiene  sus ventajas y sus inconvenientes. Jordi Pujol fue un admirado e influyente presidente durante 23 años, pero sin el hiperliderazgo su familia se habría comportado con parámetros menos sudamericanos.

CDC, resistir es vencer

Otra virtud de CDC es su capacidad de relevo. Al dominio absoluto de Jordi Pujol le sucedió el de Artur Mas tras el purgatorio de siete años de dura oposición. Cuando el PSC, ERC e ICV se lograron entender (a medias). Pero ahora, sin Mas en el Palau, a CDC se le acumulan decisiones difíciles. Al mismo tiempo tiene que enterrar al fundador (sin 'troppo' renegar). Sin saber ni como se llamará. A las elecciones del 20-D fue como Democràcia i Llibertat pero luego ha dado marcha atrás. Tampoco sabe si se debe refundar o tiene que crear un nuevo partido, asunto que será dirimido por los militantes el próximo sábado. Está auscultando con amplias encuestas su futuro programa e incluso parte de su ideología (soberanismo o independentismo). Tiene tres candidatos algo distintos (Germà Gordó, Jordi Turull y Carles Campuzano) a secretario general. Celebra primarias con la 'outsider' Sílvia Requena queriendo encabezar la lista de la candidatura de Madrid, aunque Mas, Carles Puigdemont y muchos pesos pesados cierran filas con el veterano Francesc Homs. Incluso admiten que no saben quién será el próximo candidato a la Generalitat: Puigdemont, que dice no querer serlo; Artur Mas, que no lo descartó cuando dio "un paso al lado", o incluso un tercero.

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Todo está en discusión en CDC. Todo salvo el hiperliderazgo de Artur Mas. Lo único que no se sabe es si decidirá ser presidente ejecutivo del nuevo partido, o presidente con menos presión en el día a día. En CDC se cuestiona todo... salvo el hiperliderazgo. ¡Curioso! La realidad es que Artur Mas ganó las elecciones del 2010 diciendo, entre otras cosas, que ERC había traicionado al catalanismo; perdió 12 diputados en el 2012 cuando sin obligación alguna adelantó las elecciones; asumió luego la ideología independentista de ERC, fue a las elecciones del 2015 en la lista unitaria de Junts pel Sí y se quedó con 30 o 32 diputados; y ahora la última encuesta --la que publicó EL PERIÓDICO el pasado 6 de mayo-- le da un máximo de 21 diputados.

Desde el 2010, Convergència habría bajado de 62 a 21 diputados, mientras que el PSC habría caído de 28 a 19. Claro que el PSC ha cambiado desde entonces tres veces de líder (José Montilla, Pere Navarro y Miquel Iceta), mientras CDC --o el partido que la sustituya-- sigue con el hiperliderazgo de Artur Mas.

Para pensarlo. En menos de 6 años, CDC (sin Josep Antoni Duran Lleida), que presume de haber sabido encarnar la nueva centralidad catalana, habría perdido 41 escaños en el Parlament, y el PSC --siempre tan denostado por no abrazar la nueva realidad del país y por su impenitente seguidismo del PSOE--  se habría desplomado 9. ¡41 contra 9!

Se vuelve a confirmar, así, que el hiperliderazgo, esta vez de un dirigente dedicado, competente (aunque con lagunas en geopolítica), y con voluntad y capacidad de arrastre, tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes.