Observar, ordenar, entender

Entre las revistas que a menudo se encuentran en una habitación de hotel, a disposición de los clientes que la ocupan, he hallado en el Motel Empordà de Figueres una publicación que se llama L'Estil. Hojeándola, me he parado en una página encabezada por este título: Dibujar el mundo para vivirlo más intensamente. Me ha intrigado la frase y he leído el texto impreso en letra más pequeña. Me he encontrado con una frase que me ha seducido: «Einstein decía que si no podía dibujar algo quería decir que no lo entendía». Naturalmente, esta explicación no es válida para todos, pero la he encontrado muy sugestiva.

Seguía otra información: Pérez Galdós siempre dibujaba los personajes antes de dotarlos de vida literaria. Sean referencias ciertas o no, me he sentido identificado con la importancia dada a la experiencia visual como un estímulo para pensar y descubrir. Yo también, a veces, en un momento de un viaje a pie, he sentido la necesidad de hacer un croquis muy esquemático de un paisaje. Pienso que aquel modesto apunte gráfico me servirá, luego, para vivir con mayor riqueza y precisión de detalles lo que he visto y me había hecho detener un momento.

En mi opinión, la explicación es esta: hay que detenerse para que la realidad se ponga en marcha ante nosotros, al cabo de un tiempo. Nuestra parada física impulsa un arranque de los sentidos, aumenta la capacidad de observación y de asociación. Podríamos llamarla una parada creativa.

No hace falta ser pintor. Ni escritor. Solo hay que saber enlazar los diversos estímulos que nos llegan a los sentidos y ponerlos en orden. Si Einstein aseguró que no podía entender algo si no lo dibujaba, su afirmación me parece que es paralela a lo que nos pasa a todos nosotros. No podemos estar seguros de lo que pensamos si no lo materializamos con palabras escritas. Cuando alguien dice el popular «tú ya me entiendes» en realidad no tiene ninguna garantía de ser entendido.