VIAJE A LA ANTÁRTIDA (5)

Nochevieja con sol

Un pingüino, con la base española Juan Carlos I, al fondo.

Un pingüino, con la base española Juan Carlos I, al fondo. / periodico

ALBERT SOLÉ

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Por mucho que lo intento, no acabo de acostumbrarme a la vida con 24 horas de luz diurna y aún menos a pasar la nochevieja como si fueran las 5 de la tarde. Las uvas no saben igual, como no debe saber igual pasar lasNavidades en el cono sur, con papa Noel a 35 grados a la sombra. En laAntártida, el biorritmo se descontrola y no se ve nunca el momento de coger la cama.

Y más cuando estás en plena tormenta emocional como es el caso dePepita.Desde que la zodiac nos desembarcó en labase Juan Carlos I, ataviados con el orondo traje seco más conocido como el 'teletubbi', he observado a Pepita algo taciturna. Y todo pese al maravilloso recibimiento que nos ha dispensado el equipo comandado por el jefe de base,Jordi Felipe. Todos eran conscientes de estar acogiendo a la fundadora, la historia viva de la investigación antártica española.

Así que, nada más llegar, nos pusimos manos a la obra y, tras acomodarnos en el barracón que nos sirve de morada, empezamos los rodajes. La primera sorpresa para Pepita fue descubrir todos los cambios que se han ido operando en la base a lo largo de estos casi 20 años transcurridos desde que la abandonó por última vez, y recorrer el edificio totalmente vacío destinado a convertirse, se supone, algún día, en una base extramoderna. Lo frustrante es ver que la gente sigue viviendo en barracones, aunque mucho mejor dotados que en su época, teniendo delante un 'palacio' inacabado por mor de los recortes.

Por lo demás, nada más bajarse de la zodiac, Pepita se puso a buscar, sin encontrarla, la roca con una placa conmemorativa de la gesta de los pioneros,Ballester, Julià, Castellví, Rovira.Buscaba e intentaba reconocer rincones de los que había sido su hogar durante tantos años, ahora definitivamente modificados por las nuevas instalaciones. Cuando finalmente la encontró, a Pepita se le puso en marcha la máquina de los recuerdos, sin abandonar no obstante su cara circunspecta y su mirada lejana.

El problema, además, es que la roca en cuestión está celosamente guardada por una pareja de aves antárticas con mucha mala leche, loscharranes, que no dudan en lanzarse pico en ristre contra todo aquel que ose acercarse al nido que está precisamente encima de la placa. Al día siguiente, Pepita nos llevó a recorrer los puntos cardenales de su paisaje emocional: la impresionantebahía de Johnson y su glaciar en permanente evolución, los elefantes marinos, y elpico Radio y sus vistas sobre toda la bahía sur de la isla Livingstone. Hablo mucho con Pepita. He decidido exprimir la oportunidad que me ha brindado la diosa Fortuna de recorrer la Antártida con una de la mayores especialistas mundiales en el tema. La observo desde hace días. Esta mañana por fin, ha empezado a recuperar su vitalidad exuberante. Me ha costado, pero finalmente he conseguido desentrañar la causa de su silenciosa languidez:nostalgia.

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