Al contrataque

Nochebuena en el trullo

OLGA MERINO

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Confieso mi debilidad por las películas carcelarias. Constituyen un género en sí mismas, y a poco que uno escarbe saca en seguida una lista larguísima: la moto de Steve McQueen en La gran evasiónEl expreso de medianoche y su penal turco, Cadena perpetua, La leyenda del indomable con el guapo guapísimo de Paul Newman, el bochorno tropical de Papillon en la Guayana francesa, En el nombre del padre… Me chiflan, qué voy a hacerle, y eso que el argumento suele ser bastante previsible, de sota, caballo, rey.

Como se trata de dramones que precisan ritmo para hablar todo el rato de lo mismo sin aburrir, los filmes penitenciarios frecuentan motivos típicos que se repiten de cinta en cinta. Circunstancias y puntos de giro con guindilla para avivar la kilometrada de metraje. A saber: el pollo que cumple una condena injusta, las mafias internas de la trena, la paliza, el solo de armónica en el patio encementado -con frecuencia, un blues-, la escena en las duchas, la minúscula venganza contra el alcaide rubio y perverso, el gesto de amistad inquebrantable y el cuadro de ternura desbordada, como el gorrión de Burt Lancaster en El hombre de Alcatraz. Y por supuesto, el motín de rigor, que suele acontecer a la hora de la comida, con un estruendo de vajilla de hojalata.

Aunque vista cien veces, la variante de película penal con huida incorporada tiene un plus de enganche, y tal vez pueda colocarse en el podio máximo La fuga de Alcatraz, con aquel túnel imposible que Clint Eastwood esculpe a base de tiempo, paciencia y tierra aventada por la pernera del pantalón.

Tercer grado o fianza

Aun así, la chata realidad viene encargándose de despojar a Hollywood de cualquier fleco de romanticismo, del mínimo atisbo épico: los reos de relumbrón ya no necesitan una cucharilla para excavar su libertad a través de fatigas y cloacas porque les basta con un tercer grado. Sin ir más lejos, Josep Lluís Núñez podrá disfrutar probablemente de las neules en familia, aunque tenga que dormirlas en presidio. Otros ilustres imputados por corrupción ya están en casa gracias a una suculenta fianza, como el expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa (2,5 millones de euros) y el supuesto cerebro de la trama GürtelFrancisco Correa (200.000 euros). A este, según El Confidencial, lo cazaron hace apenas un mes degustando un plácido gintónic a eso de las siete de la tarde en la plaza de Colón de Madrid.

Algunos, sin embargo, tendrán que comerse el turrón en chirona: Bárcenas, el de la caja b, en Soto del Real, entre yoga y naipes; Jaume Matas, el expresidente balear, en la cárcel de Segovia; Fabra, en Aranjuez; y el exalcalde de Jerez Pedro Pacheco, condenado por enchufismo, en el complejo penitenciario del Puerto de Santa María 3.

Vaya un brindis de Nochebuena por los jueces que se atreven.