Peccata minuta

Mucho ruido y pocos gatos

JOAN OLLÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Escribió Josep Pla en El quadern gris«Palau de la Música Catalana. Bach i la 'Sonata a Kreutzer' al programa. El local és horrible. Davant del frenètic panorama de guix i de majòlica m'és impossible concentrar-me». Cosas de Gaudí y sus alumnos: al tener que invertir tanto esfuerzo la vista, los otros sentidos pierden su capacidad de percepción. No se debe comer, escuchar música, hacer manitas ni oler flores en locales modernistas.

Lo mismo que a Pla, pero al revés, nos sucede a los cuatro gatos que vivimos en un edificio de Puig i Cadafalch, no muy lejos del Palau, cuya planta baja está ocupada por un restaurante que en sus buenos tiempos acogió a Picasso, Casas... y ahora imanta a bandadas de japoneses y cruceristas a fotografiarse sonrientes ante la basura aparcada a las puertas del local, e incluso a entrar y zamparse una paella. Si al maestro ampurdanés las imágenes le impedían disfrutar de la música, a nosotros los insoportables ruidos, grasas y olores que trepan por los patios de luces, así como el incesante mugido de una gran maquinaria de muy dudosa legalidad instalada en el terrado del catalogado edificio hace años, nos hacen imposible disfrutar de la vida y sus pequeños placeres.

Mi sabio amigo Joan Barril opinaba que el peor de los gremios era, sin duda, el de los vecinos: siempre se quejan, decía; pero Joan vivía en la zona alta. Mi querido Enric Majó, después de años de quejas y pancartas en los balcones, se vio obligado a dejar su piso de la plaza del Pi ante el incesante estruendo bendecido por la inacción del ayuntamiento.

Buenas palabras incumplidas

¿Pueden imaginar nuestro purgatorio -y de tantos vecinos del Born y otros barrios de moda- mientras los turistas y las cajas registradoras se lo pasan en grande? ¿Es eso la marca BarcelonaSerrat lo dejó muy claro en una canción: «Van a cagar a casa de otras gentes». De poco ha servido el diálogo: después de buenas palabras incumplidas, la pesadilla persiste. Hace unos días reclamamos a la policía municipal, que al cabo de dos horas largas aún no se había presentado. Y al día siguiente, más de lo mismo. Nos sentimos desamparados: ya no sabemos si acudir al Constitucional, incendiar el restaurante o, como Enric, mudarnos de barrio. Y para más inri, cuando, ya muy superada la medianoche, el neogótico local ha cerrado sus puertas (¡pero sus máquinas siguen aullando!), llega la orquesta sinfónica del camión de la basura.

PS - Una sugerencia, señora Colau: ¿podrían empezar su labor los basureros por los bajos fondos de la ciudad, para culminarla más tarde por los barrios de mi añorado Barril, donde las callejuelas no retumban al paso de los ensordecedores camiones, así como, desde su ayuntamiento, poner a raya a los incívicos? Barcelona en (sentit) Comú.