Moral
Josep-Maria Ureta
Periodista
JOSEP-MARIA URETA
Cansa recordarlo, pero no hay más remedio. Cada vez que se debaten las medidas necesarias para mejorar la competitividad de las empresas, las que pasan desapercibidas suelen ser las más determinantes. Pedir más infrestructuras, mejor acceso al crédito o simplificación de trámites administrativos y judiciales no llega ni a nivel de adivinanza. Es una foto fija: político que visita a organización patronal en periodo electoral y recoge reivindicaciones hasta la próxima campaña. Buscar un modelo adecuado de que pagos y cobros entre empresas se adecuen a plazos razonables es un desafio que parece inalcanzable para gobernantes o empresarios.
Hubo un intento de convertir en ley el castigo al deudor que no paga y que, en fondo, compromete la viabilidad del proveedor. Falleció en el traslado del Senado al Congreso. Que fuera eutanasia activa de la norma por intereses inconfesables no se va a investigar. Y no será porque en otros sectores -proveedores de grandes superficies, por ejemplo- no se haya alcanzado un pacto, aunque se le note la asimetría de poder entre ambos. Pero no es eso lo que ahora preocupa. Es, más bien, una mala costumbre que pringa a las relaciones entre empresas. Dilatar pagos. Le llaman mora, pero es inmoral.
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