MIRADOR

Hablemos de cosas serias

Solo si relanzamos la unificación federal europea evitaremos tentaciones populistas

JOAQUIM COLL

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No vale la pena gastar tiempo en comentar la inutilidad del debate en el Parlament. Si no hay acuerdo entre Artur Mas y Oriol Junqueras sobre las llamadas elecciones plebiscitarias, no habrá presupuestos para el 2015. Pero tampoco si llegasen a un acuerdo. Las cuentas del conseller Mas-Colell no sirven para nada. Están construidas no ya sobre una hipótesis optimista, como las del año pasado, que al final nos han dejado otros 3.000 millones de deuda, sino sobre un escenario irreal: 2.200 millones de ingresos que dependen de una negociación política de buen rollo con el Gobierno del PP. ¿Alguien en la Generalitat se lo cree?

Encima, que haya cuentas depende del acuerdo con Esquerra sobre las elecciones. Y como estas solo serían para plebiscitar la secesión, en caso afirmativo obligaría a realizar otros presupuestos para incorporar partidas extraordinarias con las que poder culminar ese proceso en un tiempo excepcional de 18 meses. En cuyo escenario aún habría menos dinero, porque el capital saldría corriendo ante tamaña incertidumbre. En definitiva, vamos de cabeza a una prórroga y a seguir con el teatro a fin de evitar el colapso emocional del independentismo, aunque TV-3 siempre tendrá a punto un documental bochornoso como L'endemà, emitido anteayer, para los momentos de mayor pesadumbre.

De lo que vale la pena es hablar de cosas serias, como las declaraciones del destacado filósofo alemán Jürgen Habermas al semanario francés L'Express, que ha comparado el soberanismo catalán con el movimiento de extrema derecha de Marine Le Pen. No se trata solo de una descalificación, sino de una aguda descripción del papel «funcional» que desempeñan hoy estos movimientos, también el flamenco o el escocés, en una Europa devastada por la crisis, la desigualdad y la inseguridad. Al igual que el soberanismo francés del Frente Nacional o del británico UKIP, son refugios en situaciones de angustia. En unos casos, es un repliegue sobre los viejos Estados-nacionales y en otros, el deseo hacerse con un barco pequeño pero supuestamente independiente en medio de un mar embravecido.

El problema de fondo, que está debilitando enormemente a la socialdemocracia europea, es saber si nos resignamos a aceptar la asimetría entre la política y el mercado o actuamos con decisión para evitarlo. Porque si abandonamos el proyecto de una democracia supranacional, europea, no podremos salvar el modelo social que hasta hace unos años servía de ejemplo. Solo si relanzamos la unificación federal europea, aunque sea a dos velocidades, podremos evitar el derrotismo, las tentaciones populistas y el regreso a los nacionalismos. En el fondo del malestar catalán late este tipo de cosas, que son las serias.