Peccata minuta

Mil quinientos y la cama

JOAN OLLÉ

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Recuerdo un viejo monólogo del genial Joan Capri, de cuando la Barcelona de Porcioles se promocionaba como Ciudad de Ferias y Congresos, en el que un honesto taxista respondía a un cliente indignado por el abultado precio de la carrera: «¡Pero es que estamos en ferias y fiestas, señor!».

Nuestra ciudad celebrará la próxima semana sus días de máxima gloria anual, solo comparables a las celebraciones de las victorias del Bar-ça: el Mobile World Congress, que, como su mismo título indica, moviliza a ciudadanos de todo el mundo y parte del otro -así como a muchas señoritas que fuman, según reza la leyenda urbana- hacia Barcelona y aledaños. Hay cosas que todavía no se pueden hacer por teléfono por más avanzados que sean los celulares.

Y para hacer estas cosas, o simplemente para reposar del ajetreo del día, se precisa una cama, cosa que el gremio de los hoteleros ha entendido bien poniendo los precios por las estrellas. ¿1.500 por una doble de un cinco estrellas o 500 por una de un dos estrellas? No, señor, no es el timo de la estampita, sino los precios vigentes en estas ferias y fiestas, a no ser que alguien prefiera pasar la noche en Esparreguera, por ejemplo.

Si esto se hace y lo publican los diarios es que la ley debe permitirlo, pero dejen que esta práctica legal me recuerde demasiado a los abusos que antes y aún ahora se tendía y se tiende a infligir, en los países por civilizar, a los indefensos turistas. Siguiendo esta lógica, ¿por qué no cobrar 150 euros por un paellador o un traslado en taxi desde El Prat hasta el centro o 75 por un gintónic de ginebra local? Y, ya puestos, también podríamos aprovechar estos días para gravar otras mercancías de primera necesidad como el pan, el café con leche o los plátanos. Y las camas de los hospitales, por supuesto.

¿Se imaginan al pobre tipo de Cuenca, por poner un ejemplo, que viaja, inadvertido del abuso, a Barcelona por el entierro de un pariente y se tiene que dejar parte de la herencia para poder descansar un ratito o tener que hacerlo sentado en una silla del velorio?

Amortizar el hotel

Me parece estupendo que altos ejecutivos internacionales se reúnan en la Bella Encisera para presentar en sociedad las últimas y más apetecibles golosinas de la industria telefónica y, de paso, pasárselo en grande y dejarnos una pasta. Pero me sabe mal que, para amortizar el hotel, se pasarán muchas horas encerrados en la habitación y no dispondrán del tiempo suficiente para disfrutar de los hechizos gaudinianos o picassianos de la ciudad, aunque probablemente poco les importe: con solo apretar una tecla ya disponen en su pantalla de todo el catálogo de nuestros grandes artistas. Y encima gratis. Una cosa va por la otra.