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Mas, solo ante el peligro

Ensayo cara a la 'V' del próximo Onze de Setembre en Gràcia, el pasado martes.

Ensayo cara a la 'V' del próximo Onze de Setembre en Gràcia, el pasado martes.

JORDI MERCADER

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Todo está dicho. Ahora ya solo nos queda saber quién acierta en los pronósticos. Sin dramatismos: está en juego una maniobra política determinada pero no el futuro de Catalunya, cuya razón histórica y su derecho a decidir restarán intactos sea cual sea el resultado del actual duelo entre las urgencias sobrevenidas de unos y la parsimonia eterna de los otros.

La agenda es apasionante. Veremos a varios miembros del clan Pujol-Ferrusola en los juzgados por cosas de dineros oscuros; al padre de familia que un día quiso serlo también de la patria en el Parlament para explicar no sé qué, pero seguro que para ser zarandeado políticamente por los suyos y sus adversarios, un momento esperado desde 1980; se aprobará una ley de consultas no referendatarias cuyo nombre ya lo dice todo aunque haya quienes puedan imaginar una utilización más trascendente; luego el Constitucional y la prohibición.

El efecto de Escocia

Este septiembre nos traerá también noticias de Escocia. Si es un no, malo para el estado de ánimo; si es un , peor, porque la fórmula del referendo legal y pactado entre los gobiernos afectados se instalará en la opinión pública y en la Unión Europea como denominador común y de obligado cumplimiento para futuras experiencias. Y el proceso exprés no cumple estos requisitos.

Antes veremos la V de la victoria multitudinaria y nos será presentada como la movilización de un pueblo en virtud de una licencia excesiva pero muy apreciada aquí en casa. Otro éxito, pero insuficiente. Porque, a menos que se caiga en la revolucionaria tentación de un Maidán o un Tahrir, el protagonista será Artur Mas: desde la soledad de la presidencia de la Generalitat, un honor y una responsabilidad individual e intransferible, deberá decidir si convoca al pueblo catalán para responder a las preguntas preparadas para el 9-N. A pesar de la presión de la Assemblea Nacional (Tots junts convocarem la consulta) y la reclamación de los partidos del bloque soberanista para ofrecer una respuesta unitaria a la impugnación de la ley de consultas, será él quién firme un decreto que tendrá secuelas legales, o no lo firme, asumiendo un coste político.

Este otoño pondrá a prueba los nervios de Artur Mas, quien en su momento fue el primero en pactar con Zapatero el recorte del Estatut y del que se puede esperar que algo aprendiera de su precipitación el 11-S del 2012. Decía hace unos años en Barcelona John Hume, premio Nobel de la Paz por su papel en el conflicto de Irlanda del Norte: «Los problemas de siglos no se arreglan en una semanita». Ni en dos cursos políticos. La receta se llama tiempo de diálogo. Habrá que ver si el president encuentra una fórmula para positivar los efectos de la prohibición en beneficio de su causa y capitalizar la movilización social soberanista de estos años traduciendo la excitación en realismo político sin cometer ningún error irreparable. Volver a comenzar pero sin partir de cero. Su eslogan para la larga marcha lo crearon los británicos: Keep calm and carry on. Mantener la calma y seguir adelante.