Dos miradas

Mármoles

Ahora el retorno de los frisos del Partenón vuelve a ser actualidad gracias a la intervención de la señora Clooney

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Los poetas románticos ingleses, ante el tesoro que sus políticos habían robado en Grecia y que terminó en las salas del British, a comienzos del siglo XIX, optaron por dos formas diferentes de observar la expoliación. Byron, indignado, clamó contra aquellos que no lloraban ante «la amada Grecia» al ver cómo «sus sagrados objetos eran saqueados por profanas manos inglesas» e iban a parar al «odioso clima boreal inglés».

Keats, por su parte, aprovechó la oportunidad -el hecho de tener esa joya al lado de casa- para escribir un soneto y una oda magníficos. En el primero, contempla los frisos del Partenón, los Elgin Marbles, y rememora «la antigua grandeza» en contraposición a la pérdida irreparable de los «viejos tiempos» que se concreta en «la sombra de la magnitud» de todo lo que fue y ya no es. En Oda a una urna griega, quizás su mejor poema, hace un elogio de la belleza que se sostiene en la verdad de todas aquellas figuras que han permanecido intactas durante siglos.

Ahora que el retorno de los frisos del Partenón vuelve a ser actualidad gracias a la intervención de la señora Clooney, es un buen momento para evocar la deuda enorme que Europa tiene con Grecia. Y no al revés. Una deuda construida con unas piedras que «ayer fueron vidas humanas», como dice Comadira en Las ciudades. Son «amores, sufrimientos que nadie recuerda» y que edificaron la ética, el pensamiento, nuestra manera de ver el mundo.