Maletero

Alguien debería medir la distancia entre Collserola, donde está el IESE, que acoge la convención de fabricantes de coches, y la Fira de Gran Vía, en el Llobregat, donde se reúnen los expertos en ciudad inteligente (smart city) que buscan mejorar el bienestar de los ciudadanos y su derecho a moverse y comunicarse sin límite. En el IESE, los de la colina, los reunidos aseguran que sus futuros modelos cuidarán la movilidad guiada por dispositivos digitales de última generación. En la Fira, los del valle, aseguran que la futura urbe inteligente tendrá un transporte limpio y ecológico, guiado por la autoridad pública con todos sus resortes.

Los congresistas de ambas citas no se reunirán. Aunque hablan de lo mismo, el futuro inmediato del bienestar ciudadano, discrepan en quién ha de gobernarlo, o el fabricante de coches y su evolución hacia el vehículo cibernético, o el político y su disposición a convertir el gobierno del espacio público común, las calles, en su nuevo objeto de presencia pública.

Acabarán por colaborar, de la misma manera que hace algunas décadas, al comprar un coche nuevo el marido miraba el motor y la mujer el maletero. Gana ella: todo depende de la capacidad de almacenar, que los cibernéticos llaman memoria y los políticos democracia participativa.