La rueda

La mala memoria

FRANCESC ESCRIBANO

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Después de haber escrito y defendido en múltiples ocasiones la vigencia y la necesidad de la memoria histórica, no quisiera parecer contradictorio si en el artículo de hoy reivindico las virtudes de la mala memoria personal. Porque, si bien es cierto que, como colectivo, no olvidar nos ayuda a ahorrarnos repetir algunos errores del pasado, en lo personal, sería imposible vivir si pudiéramos recordar todo con precisión y exactitud.

El hecho de que nuestra memoria sea selectiva, no es casual. La verdad es que no sabríamos cómo vivir si no hubiéramos aprendido a olvidar, entre otras cosas, todo el dolor y las cosas desagradables que nos han pasado. Por eso las borramos. Quizá no del todo porque el inconsciente no perdona, pero el caso es que las borramos. O las borrábamos. Ahora, desde que llevamos siempre encima un notario digital en forma de teléfono móvil, tableta o cualquier otro nuevo widget tecnológico del que nos hemos hecho inseparables, se han acabado de golpe la sabia ignorancia y la mala memoria.

Con todos los conocimientos y los recuerdos al alcance de un click ganamos mucho, pero también perdemos algunas cosas. Por ejemplo, aquellas discusiones estúpidas y bizantinas que tanto nos entretenían. No quisiera parecer nostálgico, pero aquellas discusiones circulares donde podíamos pasar horas debatiendo cualquier chorrada insustancial han acabado. El 3G las ha matado. Porque antes el origen y combustible de muchas de aquellas discusiones era, básicamente, la dificultad de poder determinar quién estaba en posesión de la verdad. Ahora, desafiando el orden natural de las cosas, por tener razón y demostrar lo que es verdad de manera irrefutable, basta desenfundar un móvil, conectarse a la red y resolver cualquier polémica. Son las virtudes de la inteligencia artificial y la dictadura del 3G criminal.