DOS MIRADAS

Madre de luto

Miedo en la Mina. A finales de enero fue asesinado un joven gitano a manos de miembros de otros clanes. Ramona, su madre, mostró dolor y ansia de venganza: «Que la justicia los coja antes que nosotros».

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hay dos detalles que impresionan en la actitud de esta mujer de luto. Su hijo, de la familia de los Baltasares, había sido asesinado pocos días antes en el Port Olímpic por miembros de otros clanes gitanos. La madre de aquel que bañó «con sangre enemiga su corbata carmesí» se enfrenta a la cámara de EL PERIÓDICO sin aspavientos ni gestos grandilocuentes. No solloza, no se desgañita, no se desploma. La terrible violencia que se extrae de sus palabras, dirigidas a la «mala hierba» que mató a su hijo, no adopta un exagerado dramatismo sino que se escuda en la propia contundencia de sus amenazas, afiladas y cortantes como la hoja más mortífera. «Pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir».  Lo recuerda, «muerta en vida», en la torre desde donde se contempla la venganza, vestida «de azabache carne y ropa».

Y luego está el dedo. Ese dedo altivo de uñas ennegrecidas que señala el camino de la muerte y la masacre, porque «mi alma la tengo vendida al diablo y no voy a tener piedad alguna». Un dedo que se yergue con la serenidad de lo inevitable, de lo imperturbable, de lo que va a pasar porque ese dedo dijo que pasara.

Hoy, al cabo de unos meses, cuando parece que las cosas están más calmadas, es ciertamente difícil distinguir las citas que son de Ramona, la madre, y las que pertenecen al 'Romancero gitano', de Federico García Lorca.