Geometría variable

Los recién divorciados empiezan su campaña

JOAN TAPIA

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Quizás la división de CiU entre CDC, que quiere ir por primera vez a las elecciones como independentista, y Unió, que apuesta por una actitud más pactista fuera inevitable. Y las dos fuerzas se han lanzado ya a la campaña. En Unió hay urgencia. Han ganado el referéndum interno aunque sea por la mínima y la decisión de ir con lista propia a las elecciones fue aprobada en el consejo nacional con el 70% de los votos. Tienen la sensación de que han superado la gran pereza de romper un pacto de 37 años.Y de haberlo logrado. El único reproche que aceptan es que lo han hecho demasiado tarde y tienen poco tiempo, aunque creen que la crisis ha reforzado la marca Unió y su discurso catalanista-no independentista.

Falta decidir quién abrirá la lista del próximo 27-S. Ramon Espadaler ya se postuló ayer y Josep Antoni Duran Lleida ha dicho que se va a mojar. Duran es el nombre más conocido, el líder histórico, tiene gran personalidad y una muy trabajada conexión europea, pero la opción de que abra la lista Espadaler, que ha sabido pilotar el referéndum y la ruptura con firmeza y talante conciliador y que ha sido un eficaz conseller de Interior, sería una opción más de equipo, menos personalista aunque quizás con menos tirón.

En CDC, Mas ha resuelto bien la crisis de Gobierno. Neus Munté, vicepresidenta por cuota femenina y para dar al Ejecutivo acento social (milita en UGT), que falta le hace. Meritxell Borràs, una independentista firme y de toda la vida en Governació. Para compensar, un parlamentario en Madrid de origen roquista, Jordi Jané, para Interior. Lo único extraño (puede indicar tensiones) es el paso atrás de Francesc Homs que en estos cinco años ha hecho más de jefe de propaganda que de portavoz. Satisface pues a CDC antes de elaborar las listas que puede ser un auténtico crujir de dientes para el partido.

CDC tiene hoy 35 diputados (15 de los 50 son de Unió) y los sondeos les dan más o menos esa cifra. Pero entre los 35 habrá como mínimo una quincena de independientes o de otros grupos (los disidentes de Unió entre ellos). CDC perdería pues de entrada unos 15 diputados por la teoría de que es una marca gastada que conviene no exhibir y que hay que hacer una lista más amplia, con más ambición nacional.

En este campo Mas ha recaído en contradicciones. El sábado, aparte de asegurar que una Catalunya independiente tendría todas las ventajas de Dinamarca, Holanda, Finlandia y Suecia juntas (los catalanes solos multiplicarían los panes y los peces), reincidió en la lista única. La oferta no es ahora a ERC sino a ANC-Òmnium para que convenzan al díscolo Junqueras. O para que, caso contrario, vayan en la lista del president. Aunque Mas hace la distinción teológica de "con el president", e incluso baraja la idea de no encabezarla.

Si es sincero, dejar a ANC-Òmnium la iniciativa es abdicar de las obligaciones de un líder electo y además parece que la idea no prosperará porque la ANC y Òmnium son plurales. ¿Qué pretende pues Mas? ¿Remachar que no hay lista única por culpa de Junqueras, a riesgo de empeorar mas la cohesión del frente soberanista?

Es una finta extraña. Alguien incluso cree que pretende que Jordi Sánchez le diga que no hay "condiciones objetivas" y se pueda retirar el 27-S. Pero no por culpa del presidente sino porque lo pide el pueblo. Francamente no lo creo. Más bien parece que Mas -heredero del muy realista Jordi Pujol- ha quedado algo atrapado en un relato místico de su papel.