Los problemas futuros de la especie

La Organización Meteorológica Mundial afirma que nuestro planeta experimenta un continuo proceso de calentamiento. Y este año que está a punto de terminar, el 2014, habrá sido probablemente el más caluroso desde que se hicieron los primeros registros de temperatura hacia 1888. Naturalmente, no tengo la pretensión de dudar de esta información. Si los aparatos adecuados informan de este proceso, no tengo ninguna razón para dudar. Parece que se han hecho análisis comparativos de la temperatura del agua del mar y de las tierras desérticas y que los resultados muestran esta evolución.

Si el cambio del clima es real, pienso que aún no es lo suficientemente apreciable por los humanos que vivimos en este planeta. El proceso de calentamiento avanzaría relativamente con bastante lentitud para que nosotros no lo advirtiéramos en nuestra vida cotidiana.

En casa tengo un gran cuadro confeccionado por una antepasada, una chica que bordó una escena del mundo clásico. Y el cuadro, enmarcado barrocamente, lleva esta inscripción: «Emilia Arús lo dedica a sus Señores Abuelos. Año 1847». O sea, antes de que comenzara el registro de temperaturas. Han pasado las generaciones y la obra se conserva impecablemente. Naturalmente, no puedo hacer que esa chica tan lejana en el tiempo se presente en Barcelona y nos diga si nota que hace más calor que en su época. Y mi experiencia no tendría ningún valor, aunque hayan pasado largamente por mi piel más de 80 años. Además, he visto como se ha pasado del brasero y la estufa de petróleo de mi niñez a la actual calefacción.

No puedo dudar, pues, del pronóstico que hace la OMM. Pero ¿hay algo seguro a largo plazo? ¿No podría ser que al periodo de calentamiento le siguiera un periodo de enfriamiento? ¿No pasará en el mundo cósmico lo que vemos en nuestra modestísima experiencia vital? A menudo lo que sube baja y lo que baja sube.