Opinión | EDITORIAL

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Lorca, 75 años después

 La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

El asesinato de Federico García Lorca, del que se cumplen 75 años, sigue siendo el epítome más preciso de la guerra civil española: un hombre culto, progresista y libre muere fusilado por las fuerzas de la reacción alzadas en armas contra la legalidad republicana apenas un mes antes. Un crimen que no hizo sino agrandar la figura y la espléndida obra de un poeta -simplemente «el poeta» para muchos de sus coetáneos- que mantiene hoy una vigencia enorme y cuyo prestigio internacional, del que ya gozaba en vida, se ha ampliado de forma extraordinaria. Lorca simboliza como nadie -excepción hecha, quizá, de Picasso- la esencia de la cultura española a los ojos del mundo y es un clásico en el mejor sentido de la expresión, sin que su obra se haya desprendido de la modernidad que la caracterizó desde sus inicios.

Para muchos españoles, la localización y exhumación de los restos de Lorca en Alfácar era imprescindible para cerrar con dignidad el horror de la guerra civil, pero los trabajos llevados a cabo hasta ahora no han dado fruto. Hay nuevas hipótesis sobre el lugar de la fosa cuya solidez está por contrastar. Los descendientes del poeta prefieren que el barranco de Víznar se deje como está, con un recuerdo genérico para los centenares de republicanos que allí fueron asesinados. La grandeza de Lorca, ciertamente, no depende del hallazgo de sus restos. Su ejemplo está vivo y su obra es ya imperecedera.