Pequeño observatorio

La letra me anuncia el fracaso

He perdido en la madurez la precisión del trazo y el instinto de pulsar adecuadamente la punta del bolígrafo sobre el papel

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Josep Maria Espinàs

Josep Maria Espinàs

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Un lector de este diario, Pere Serra, ha hecho una observación curiosa. Como lector, agradezco que los periódicos recojan hechos que no tienen especial trascendencia política o económica pero que nos hacen ver algunos cambios en nuestras costumbres.Dice el señor Serra que la guía telefónica, los prospectos de los medicamentos, y las notas a pie de página en documentos más o menos importantes se imprimen a menudo en letra pequeña. «Cuando salimos a comprar un libro que nos interesa lo hacemos con el corazón en un puño. ¿Podremos disfrutar de aquella lectura sin tener que hacer uso de la lupa?».

Recuerdo que cuando era un joven estudiante me habían dicho alguna vez que no era necesario que me aprendiera el texto que estaba escrito en letra pequeña. Era la negación de un aviso que en aquel tiempo era popular: «En el bote pequeño está la buena confitura».

Tengo la impresión de que ahora hay más gente que lleva gafas que cuando yo era joven, pero esto no significa que los ciudadanos lean más que antes. La moda de los libros gruesos quizá justificaría no valorar el índice de lectura por la cantidad de volúmenes vendidos sino por la cantidad de páginas leídas. Naturalmente, el control sería impracticable: lectura íntegra, lectura atenta, lectura 'por encima', abandonada en la página 18 ...

ESPRIU Y SAGARRA

Si aumenta la venta de gafas, ¿es posible saber que la causa es mejorar la visión cuando se lee o cuando se mira la tele? Los grafólogos asocian las características de la letra de una persona a sus aptitudes o carácter. Salvador Espriu escribía con una muy pequeña y perfilada. Josep Maria de Sagarra tenía una escritura amplia y fluyente. Curiosamente, un escritor se caracterizaba por la concentración y el otro por la capacidad expansiva.

La letra que he tenido en la madurez se ha ido deteriorando. Ha perdido la precisión del trazo y el instinto de pulsar adecuadamente la punta del bolígrafo sobre el papel. Quizá es el aprendizaje de la definitiva confusión.