Al contrataque

Las sillas musicales

JOAN BARRIL

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Tenemos un nuevo primer ministro en Francia. Nos gusta que sea de raíz catalana, pero en Francia eso no importa. Mientras en España la posibilidad de un presidente de Gobierno nacido en Catalunya es imposible, en Francia hay lugar para todos, desde hijos de polacos o húngaros hasta ministras argelinas o alcaldesas gaditanas. Lo verdaderamente importante es lo que se imaginan de sí mismos. Valls, por ejemplo, viene a decir que el socialismo está pasado de moda y que hay que inventar algo nuevo. Valls está dispuesto a continuar su combate contra la inmigración ilegal y considera a Jorge Fernández Díaz como a un amigo, que ya le hacía falta a ese señor que se encomienda a todos los santos sentir el hálito de la amistad meramente humana. Lo cierto es que un nuevo fantasma recorre Europa. Ya no es el fantasma del comunismo que hace más de un siglo anunció Marx. Ahora es el fantasma de un capitalismo que no sabe qué hacer consigo mismo y que intenta despistar a la población con leyes cada vez más duras hacia aquellos que no tienen cabida en este sistema del sálvese quién pueda. Mientras tanto, la gaditana Anne Hidalgo, parece dispuesta a creerse que París es una fiesta y que todas las parejas se besan apasionadamente ante la fachada del ayuntamiento.

Eso es lo que se espera de los nuevos tiempos poscrisis: la cal y la arena, la ley dura y la vida suave. Lo único a lo que aspiramos es a disfrutar, pero la vida se está haciendo difícil porque se ha convertido en el juego de las sillas musicales, aquel en el que los participantes dan vueltas en torno a un círculo de sillas hasta que alguien da la señal y entonces comprueban que hay más culos que sillas.

Palabras y miedo

Mientras tanto nuestros gobiernos, incapaces de salir de la situación sin hacer daño a las cuentas de resultados de las empresas que les sostienen las campañas, se limitan a jugar con las palabras del miedo. En España, lo dijo esa eminencia llamada Rouco anteayer, se corre el riesgo de la guerra civil sin darse cuenta que para que haya una guerra han de haber armas en ambos bandos y ganas de usarlas, lo que no es el caso catalán. Eso es la política hoy. Una mera política verbal que nos mantiene entretenidos mientras las cifras de desempleados van aumentando. Es más importante la sensación del problema que la concentración en resolverlo. No en vano la culpa siempre es del ciudadano, ese ser mimado que nunca tiene demasiado.

No es de extrañar que la camuflada derecha extrema o los descarados de extrema derecha se apresten a aumentar su presencia en el Parlamento Europeo. Se han perdido las formas y la historia de nuestros días alcanza la cima del desprestigio. Recortes en la educación, laminaciones de la universidad, ridiculización de los maestros, corrupción entre políticos, banqueros o deportistas.