Las cosas dependen de la mirada

Repasando uno de los estantes de libros que tengo en casa, he encontrado una colección de poemas de Joan Brossa. Buscaba otro libro, pero reconozco que mi biblioteca se ha ido convirtiendo en un magnífico desorden. Y confieso, también, que ya no me veo capaz de reorganizarla.

He visto que el libro de Brossa tenía una página con la punta doblada. Era la señal de que había unos versos que me habían interesado ya hacía tiempo. Los recupero ahora: «Lliure i seguint el cant / m'agradaria veure les coses quan no hi sóc». Me imagino lo que quiere decir, pero requiere una contradicción insuperable. Porque para mirar y ver es indispensable estar allí. De todos modos, el poeta no escribe para explicar nada, sino para que nosotros pensemos. Y me permito interpretarlo en futuro: me gustaría ver las cosas cuando yo esté muerto.

Supongo que esta posibilidad, la de ver el futuro, sería una ilusión compartida por bastante gente. La aceptación de la imposibilidad es un hecho obligado, pero la expresión del deseo es válida. Esto es lo que dicen, o piensan, muchos abuelos, mucha gente de edad avanzada: «Quisiera saber, quisiera ver qué harán mi hijo, mi hija, mi nieto, cuando hayan avanzado en la vida...».

En principio es una ilusión lógica, pero no estoy seguro de que, si consiguieran este milagro visual, las consecuencias fueran siempre satisfactorias. La apuesta sobre el futuro es muy arriesgada. Ver fracasos y tristezas no sería muy agradable. «Lo que pasará en el tiempo por venir» (esta es la definición de futuro) es imprevisible. Y la dificultad de prever forma parte de nuestra vida cotidiana. Si en el tiempo en el que todavía estamos viviendo ya nos es difícil ver las cosas tal como son -porque la visión siempre es una interpretación personal-, ¿podemos esperar que tendríamos una visión post mortem

El poeta dice que le gustaría ver las cosas cuando él no esté. Las «cosas» no son una realidad objetiva, sino según nuestra mirada.