Giro en la estrategia demográfica del gigante asiático

Las chinas ya no quieren dos hijos

Las jóvenes temen que la nueva política de natalidad del Partido Comunista dificulte su empleo

GEORGINA HIGUERAS

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Después de 36 años de un draconiano control de natalidad, el Partido Comunista Chino (PCCh) puso fin, en octubre pasado a su política del hijo único. La medida, sin embargo, llega tarde. Las chinas que habitan en las ciudades ya no quieren un segundo hijo. En una sociedad cada día más competitiva y consumista, las costumbres de la nueva clase media de mujeres profesionales, emprendedoras y muy preparadas, han cambiado tanto que son ellas las que rompen la tradición familiar y no quieren quedarse embarazadas. En Shanghái, el número de niños por mujer ha caído a 0,7, uno de las más bajos del mundo.

La Academia de Ciencias Sociales de China advirtió, en diciembre del 2014, de que la tasa de fertilidad nacional se había reducido al 1,4. Muy lejos del 2,1 de hijos por mujer necesarios para garantizar a largo plazo la reposición demográfica y muy cerca del 1,3 de la llamada 'trampa de la baja fertilidad', porque ningún país de los que han descendido hasta ella ha sido capaz de remontarla. Hasta ahora esa trampa afecta sobre todo a los países ricos, como Japón, Alemania, Singapur o Corea del Sur, pero en el caso de China es muy grave por sus consecuencias en el extremadamente rápido envejecimiento de sus 1.376 millones de habitantes.

Desde que en 1979 se implantó la política del hijo único, las mujeres han sido sus mayores víctimas. Han sufrido todo tipo de abusos personales, desde abortos y esterilizaciones forzosos, a intimidaciones de los responsables de planificación familiar, pasando por el maltrato de sus esposos y suegras por no dar a luz un varón. Pero las jóvenes ven el permiso para tener un segundo hijo como «una desventaja» a la hora de encontrar trabajo en una economía que ya no crece a dos dígitos anuales como en las pasadas tres décadas.

Expertos de la Universidad de Mujeres de Pekín citados por el 'China Daily' consideran que será difícil convencer a las mujeres de que amplíen la familia si el Estado no se hace cargo de las prestaciones por maternidad. En la actualidad corren a cargo de la empresa, que puede bien pagar un seguro a sus empleadas o bien abonarles el sueldo durante los 98 días de baja maternal que concede la ley. Este enorme coste lleva a las empresas a buscar mujeres que ya hayan dado a luz. Millones de empleadas temen ahora las reacciones de sus jefes si deciden tener un segundo hijo y a las más jóvenes les asusta no encontrar un empleo. «Me ha dicho que estoy cualificada para el puesto, pero no me lo ha dado. Los empresarios no quieren contratar mujeres porque consideran que la posibilidad de tener dos hijos crea problemas en la vida laboral», declaraba a la agencia Xihua, una de las universitarias participantes en el mayor foro de empleo del norte de China.

ENVEJECIMIENTO Y CONTROL DE LA NATALIDAD

El PCCh tomó la decisión movido por el alarmante envejecimiento poblacional y el fracaso de la primera medida de flexibilización del control de natalidad, de noviembre del 2013. Entonces se autorizó tener un segundo hijo a las parejas en las que uno de los miembros fuera hijo único. Antes solo se permitía tener dos a las minorías nacionales (el 9% de la población), a los campesinos cuyo primer alumbramiento fuese una niña y a los matrimonios en los que ambos progenitores fuesen hijos únicos. En mayo del 2015, solo 800.000 de los 11 millones de parejas elegibles habían solicitado el permiso para un segundo embarazo. Una de cada 14.

La presión familiar para cuidar y educar al pequeño emperador recae sobre todo en las madres, que con frecuencia se ven obligadas a dejar su trabajo para dedicarse por entero a educarle. Si esto ha generado un fuerte rechazo a la maternidad entre las profesionales, pocas son las jóvenes que se plantean un segundo embarazo. Según una encuesta del 'Diario de la Juventud', las razones esgrimidas para tener un solo hijo son la carestía de la vida, los largos horarios en las empresas privadas, el coste de la vivienda, la competitividad para acceder a una buena universidad, así como los engorrosos trámites para lograr el permiso para un segundo embarazo. En los próximos meses, según la Comisión Nacional de Salud y Planificación Familiar, se procederá «de forma escalonada y región por región» a emitir las autorizaciones.

Con la abolición del hijo único, China no frenará la bomba de su envejecimiento pero pondrá fin a su política más impopular. Preocupado por la estabilidad social, en otro significativo gesto, el Gobierno ha anunciado que va a registrar a los 13 millones de chinos sin papeles y, por tanto, sin derecho a la sanidad, la educación o los servicios sociales. Según el Ministerio de Seguridad Pública, se trata de segundos o terceros hijos, cuyos padres, en su mayoría campesinos, no los inscribieron para no pagar las multas, o hijos ocultos por nacer fuera del matrimonio o niños abandonados.

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