Pequeño observatorio

La rebelión del pelo y la barba

JOSEP MARIA ESPINÀS

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He leído en este diario un sugestivo artículo de Olga Merino titulado 'La rebelión de las canas'. Se podría creer que me ha interesado porque yo tengo el pelo que me queda de ese color. Antes de seguir, espero que el lector comprenda mi sorpresa: los colores no son definibles por sí mismos. Así como definimos un hecho, objeto o sentimiento -un brazo es, por ejemplo, «una extremidad torácica que ...- los colores solo se explican comparativamente. El diccionario dice que el blanco es «el color de la nieve», el rojo es «el de la sangre arterial», el verde es «el de la hierba tierna»... Resulta que los pobres colores no tienen identidad propia.

Pero volvamos a las canas. Tienen una cualidad muy notable: la libertad. Aparecen cuando quieren. A los 40 años, a los 50, a los 60... Y en algunos casos incluso renuncian rotundamente a hacerse presentes. Hillary Clinton, que tiene 68 años, ha vuelto a la política. Y dijo: «Tal vez no soy la más joven entre los candidatos a la elección, pero tengo la ventaja de que me tiño el pelo desde hace años».

El blanco es un color muy delicado en el cabello. Algunos excesivamente luminosos, otros blancos que armonizan discretamente con compañeros más oscuros, y así nace la elegancia de los grises. Que a menudo dura poco tiempo, porque el blanco tiene vocación invasora. Este año me he dado cuenta de que las mujeres que llevan melena larga, que baja por los hombros y llega al pecho, cada vez son más. ¿La recuperación, consciente o inconsciente, de un símbolo mitológico de la fertilidad, la pureza y el erotismo?

La contraposición es notable, si comparamos los sexos. Porque tengo la impresión de que cada vez veo más hombres con la cabeza afeitada. Aparte de que pueda haber decisiones recomendables, el hecho se presenta como moda o una opción estética. Pero quién sabe si los que pierden el pelo lo compensan con notables barbas.

Son herederos, sin saberlo, de la leyenda clásica: arrancar la barba de un hombre es mutilar su virilidad.