La clave

La pertinaz lluvia

ALBERT SÁEZ

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La civilización aleja a los humanos de las contingencias de la naturaleza. Pero no a todos con la misma intensidad. Los nacidos en África están mucho más expuestos al virus del ébola que los nacidos en España o en Estados Unidos. No por razones climáticas, sino por el desarrollo económico de los estados. Lo mismo ocurre con las economías. Allí donde viven principalmente de la agricultura, la sequía o las inundaciones pueden acabar provocando hambrunas. A ello se refería el dictador español Francisco Franco cuando justificaba un mal ejercicio económico por la «pertinaz sequía».    Cincuenta años después, España sigue preocupada por el impacto de la meteorología en su economía. Ahora la fuente de preocupación es la pertinaz... lluvia. Este julio lluvioso y este agosto sin sol pueden echar al traste la incipiente recuperación económica.

Estos miedos nos ponen una vez más sobre la pista de las frágiles bases del presunto milagro económico de Rajoy. El turismo se ha disparado gracias a las reducciones de sueldo que se han aplicado los trabajadores del sector. De manera que la competitividad no ha venido de las inversiones en hoteles de gran calidad ni de la superación del modelo de sol y playa. El resultado es que, cuando no hay sol, no hay playa ni hay turismo, los beneficios de la devaluación interna se van al traste y los que se bajaron el sueldo ven de nuevo a la vista el peligro de acabar en el paro.

España no ha hecho los deberes, una vez más. La crisis no ha servido para cambiar de modelo productivo. Se alcanzó la salida por el atajo de castigar el precio del trabajo y confiar en el turismo, una riqueza natural, como fuente de captación de ingresos en el exterior.

Excusas

Antes que negar la recuperación, la oposición debería concentrarse en exigir que se acaben los parches y en proponer un modelo productivo alternativo. De lo contrario, España se alejará de la civilización y sus habitantes volverán a estar al albur de la sequía, de la lluvia o de  las devaluaciones. Porque en última instancia lo que hacía Franco era cargar sobre los hombros de la meteorología sus propias responsabilidades.