La clave

La encuesta del CEO

JUANCHO DUMALL

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La encuesta publicada el pasado viernes por el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), en la que los contrarios a la independencia de Catalunya superaban en siete puntos a los partidarios de la secesión, ha sido acogida con indisimulado entusiasmo por el Gobierno español y con cierto tono de final de partida, que parece precipitado, en algunos medios de prensa. Es cierto que el sondeo revela una bajada de tensión del polo soberanista, fenómeno que se detecta desde que el proceso alcanzara el clímax en la consulta del 9 de noviembre del pasado año. Sin embargo, la proximidad de las elecciones catalanas hará que las fuerzas partidarias de la independencia echen el resto para reverdecer el ambiente político que popiciaron las grandes manifestaciones de las últimas Diadas. Y, como han demostrado sobradamente, su capacidad de movilización es potente.

Por tanto, es temerario dar por enterrado el 'procés', como hacen algunos, pese a que varias circunstancias han contribuido al desgaste del soberanismo. El cansancio de los sectores sociales muy activos desde hace tres años; la división interna en el campo del 'sí-sí', especialmente entre CDC y Esquerra; la ruptura de CiU; el complicadísimo juego de ajedrez entre Mas y Junqueras para capitalizar el gran activo que son Òmnium y la ANC; el crecimiento de fuerzas políticas emergentes; la llegada a la alcaldía de Barcelona de una mujer no independentista, y el viraje del debate público hacia el plano social en detrimento del monotema nacional son factores que explican la leve caída de los partidarios de la independencia y el más significativo avance de quienes rechazan la ruptura con España.

Federalismo en entredicho

El otro dato relevante de la encuesta del CEO es el 'sorpasso' que dan los partidarios del actual modelo autonómico (29,3%) sobre los que defienden la reforma federal (24%). Este resultado podría indicar que se perciben como escasas las posibilidades una reforma constitucional de corte federal.

Así las cosas, es difícil que el 27-S se convierta en un plebiscito. Serán unas elecciones de múltiples aristas y matices, que requerirán casi un manual de instrucciones.