La conjura de los corruptos

"La cultura política que ha institucionalizado la corrupción es la misma que ya hace tiempo que pervierte la esencia de la democracia dejando eternizar en su sillón a algunos electos que se creen inmunes"

El extesorero del PP Luis Bárcenas abandona la Audiencia Nacional, el pasado marzo.

El extesorero del PP Luis Bárcenas abandona la Audiencia Nacional, el pasado marzo. / JLR

XAVIER GINESTA

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Con este título, el periodista Ramon Miravitllas radiografía 'la España indecente' donde nos ha tocado vivir. La España del Bárcenas que controla la caja b del PP, la de una familia real que se embadurna con los negocios sucios de un yerno que se pasa de listo, la de la comedia 'plautiana' de los Millet Montull en el Palau de la Música o el caso de los ERE en Andalucía. Es la España indecente que ha acabado generando un índice tan elevado de insatisfacción con la democracia (el 70%), la España de la gente que sale la calle a golpes de cacerola o acampa durante días en la plaza reclamando "¡democracia real, ya!". La España, escribe el historiador Xavier Casals, "del pueblo contra el Parlamento" o, más aún, una sociedad donde, como clamaba Pier Paolo Pasolini, "lo que pasa dentro del palacio es, históricamente y cualitativamente, diferente de lo que sucede fuera".

En este estercolero, Catalunya no es diferente en España ni España dista mucho de Italia. El politólogo Jordi Matas recordaba, en la presentación del libro de Miravitllas, que "una quinta parte de los 'consellers' de Jordi Pujol estuvieron imputados por corrupción, que no quiere decir condenados" o que "un 70% de los políticos imputados que se presentaron a las últimas elecciones municipales fueron reelegidos". ¡Dramático! Hay un problema de "cultura política" --recordaba otra politóloga, la italiana Laura Cervi-- que permite pensar que la corrupción institucionalizada es la punta del iceberg de unas sociedades mediterráneas que viven de la picaresca o, en el último extremo, han permitido la creación de estructuras de "familiarismo amoral", tecnicismo para no tener que pronunciar la palabra mafia.

De la indecencia de España ya habló Valentí Almirall en el lejano 1889, cuando publicó 'España tal como es', un recorrido en tren por la España castiza de la época, donde Almirall aprovecha para hablar de clientelismo, malversación de fondos, nepotismo y tráfico de influencias. La España "del turno pacífico" escrutada por los ojos de uno de los grandes ideólogos del catalanismo político de la época. Un librito premonitorio de cómo ha acabado el Estado de las autonomías, este Estado donde el poder judicial ha sido siempre un hermanito pequeño de los otros poderes. Hermano menor, y toreado .

Pero, la cultura política que ha institucionalizado esta corrupción --la que tan bien resume Miravitllas en 'La conjura de los corruptos' (Robinbook, 2013)-- es la misma que ya hace tiempo que pervierte la esencia de la democracia dejando eternizar a algunos electos en su sillón y haciéndoles creer que tienen inmunidad para todo. Es la cultura política que reclaman cambiar aquellos que ejercen un voto de castigo contra los malditos "partidos tradicionales", algunos de los que, también desgraciadamente, se han refugiado en el populismo porque les ofrece mensajes claros y rompedores. La lucha contra la corrupción sistémica no debe hacerse, exclusivamente, de forma reactiva, a base de investigaciones de los jueces de instrucción y los fiscales que posiblemente terminen archivadas en un cajón del juzgado. La lucha debe ser proactiva, desde la base, y con el compromiso y responsabilidad de una clase política -cuya mayoría está limpia de pecado-- que debe asumir que la principal causa de la desafección es la maldad de algunos de sus compañeros. Por ello, como ironizaba el historiador Antoni Segura durante la presentación, "un libro de autoayuda como el de Ramon nos puede ir bien". No tengo ninguna duda.