La balsa de piedra

REYES MATE

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Ahora sí está dispuesto el ministro de Exteriores,García Margallo, a pedir disculpas al presidente de Bolivia,Evo Morales. Pero disculpas ¿de qué? Según el ministro, por un malentendido. Por lo visto, «había un rumor extendido por todo el mundo» de queEdward Snowden-el espía norteamericano que nos ha hecho el inmenso servicio a los europeos de informarnos de que la CIA nos espía- podía ir en el avión presidencial deEvo Morales.El despistado ministro español ha llegado por lo visto a la conclusión de que el rumor era infundado .

Que para el Gobierno español el rumor valga más que cinco siglos de historia, tiene su aquel. PorqueEvo Moralesrepresenta cinco siglos de historia, con sus luces y sus sombras, que definen la identidad colectiva de España. La Constitución española reconoce en su artículo 57 que tenemos unas relaciones especiales con esos pueblos. Y es verdad. Si podemos pintar más de lo que somos es porque 500 millones de personas hablamos la misma lengua; si podemos presentarnos con voz propia en un mundo globalizado, dominado por la industria cultural en inglés, es porque esta lengua, que han hablado y hablan dominadores y dominados, tiene un potencial semántico que puede romper el dominio planetario del liberalismo anglosajón. Más allá de las fórmulas estereotipadas, hay un patrimonio común de afecto y de cultura -lo que no impide que se exprese a veces en duros términos dialécticos- que debería pesar decididamente en el tratamiento de cualquier asunto concreto, por ejemplo, en si podía o no detenerse el avión presidencial boliviano en territorio español.

Pero para este extraño responsable de la diplomacia española valían más los rumores externos que los deberes nacionales. No nos equivoquemos: el run-run al que se refiere el ministro era el eco del mandato imperativo del poder estadounidense. Había que humillar al amigo echando mano de una xenofobia política propia de un tiempo colonial. Todo para no disgustar al amo aunque nos fuera en ello el prestigio de un pueblo. No olvidemos, en efecto, queSnowdenno es un criminal nazi, acusado de crímenes tan graves que merezcan la persecución por tierra, mar y aire, sino un consciente ciudadano americano que se la ha jugado por denunciar el espionaje sin límites que EEUU nos hace a nosotros.

Bueno, pues parece que hay que pagarle los buenos servicios entregándole a sus implacables perseguidores. No se entiende a no ser que traduzcamos rumor por miedo, de suerte que donde decía el ministro «había un rumor», tuviera que haber dicho «tenía miedo». Lo que no puede invocar en modo alguno es finura moral para justificar su actuación. Por los espacios aéreos europeos se han paseado durante años aviones de la CIA cuyos pasajeros eran ciudadanos de cualquier parte del mundo, capturados ilegalmente y deportados a Guantánamo para ser torturados contra todo derecho. A nadie en España se le ocurrió inspeccionar el vuelo para ver si había tráfico ilegal, a pesar de que se sabía con certeza y no por rumores que aquello no tenía un pase legal ni moral.

El problema de España es que, en lo tocante a su política internacional, no sabe dónde se encuentra. El caso más notorio de desorientación lo ejemplificóJosé María Aznar,en aquel encuentro con su amigoBushen el rancho tejano, donde perdió el acento castellano a manos de un deje cantinflesco. No parece que hayamos mejorado. Quizá sirva de brújula la metáfora que se inventóJosé Saramagoen su novelaLa balsa de piedra.Cuenta cómo un buen día la península ibérica se desprende del continente por los Pirineos y se pone a navegar, como una balsa, hacia los mares del sur, en busca «de un diálogo nuevo con los pueblos iberoamericanos e iberoafricanos». Ahí están en buena parte nuestras raíces y nuestro futuro.

A juzgar por los hechos, los políticos no se lo creen. El resultado es que la verdadera política internacional de Estado no la están haciendo los gobiernos, sino la sociedad. No me refiero a la masiva presencia de empresas españolas en ese continente, cuanto a la labor paciente de tantos docentes e investigadores que día a día han ido tejiendo una tupida red de relaciones e intereses científicos. A espaldas de los gobiernos han apostado por una comunidad cultural que se expresa en multitud de acciones conjuntas y, sobre todo, en una confianza mutua que es la que ha brillado por su ausencia en el incidente del avión.

La mayoría de los países iberoamericanos han interpretado la actitud de España como una ofensa neocolonial, algo más pues que un gesto inamistoso o una torpeza diplomática. Ha dolido porque algo así nunca se lo esperan de España, aunque siempre suceda. Hay que estar muy perdido para no saber quiénes son los nuestros. Filósofo e investigador del CSIC.