Al contrataque

Ketama y la 'anschluss'

JOAN BARRIL

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Seguimos  como siempre. Ante el desafío catalán, lo único que vale es el no y el miedo. Para ello el Gobierno recurre a amenazas cósmicas, como la idea de que Catalunya va a condenarse a vagar por los siglos de los siglos entre la niebla de la nada. En el festival de delirantes argumentos para ridiculizar la consulta o amedrentar a los indecisos, la semana nos trae un bonito ejemplo de navegación sin timón. El ministro Margallo no ha dudado en considerar que el referendo de Crimea y la coacción armada rusa eran un claro presagio de lo que podría acaecer a Catalunya. Tal vez Margallo no se acuerda de que el 12 de febrero de 1938 las tropas de Hitler entraron en Austria y culminaron lo que se convino en llamar anschluss, la asimilación de las gentes y las administraciones austriacas por parte del Tercer Reich. Lo mismo ha hecho Putin ahora en Crimea, con el delirante agravante de forzar un cambio horario y una moneda.

La desafección crece

La política anschluss está de moda en los conflictos territoriales. Se empieza llamando lapao al catalán que se habla en la Franja o apretando el grifo del Ebro o vaciando de contenido las instituciones autonómicas y tal vez algún día se acabarán las palabras y el Gobierno español pasará a los hechos. Así lo han visto en Crimea. Hoy deberíamos recordar la irritación de aquel entrenador malhumorado con la prensa llamado Van Gaal: «Tú, siempre negativo». Con tanta negativa el Gobierno español no se ha dado cuenta de que la desafección catalana hacia el Estado ha venido para quedarse y va creciendo. No habrá consulta, probablemente. Pero aunque sea sin votos el PP habrá dejado para los gobiernos que le sucedan un peso político difícil de aligerar. Tendrá a los empresarios y a la banca, pero ¿se puede gobernar con el lastre de una población a la que se pretende asimilar y no se deja? ¿Se puede ir con la cabeza alta por el mundo sin miedo a que cualquier ministro le recuerde que España tiene un conflicto que ya no es Gibraltar, ni siquiera ETA, sino que se llama Catalunya?

Para eso está ahora el último recurso. Es la apelación de socialistas y populares a una supuesta razón:  «Mas está loco». Todos los políticos que no han aceptado las reglas de los poderosos han sido tildados de locos. Incapaces de salir del no automático, ahora toca la desautorización por la vía de la necedad. Creen que Mas es el inventor del independentismo e ignoran que la independencia la han hecho florecer los mismos que legítimamente la combaten. Erasmo de Róterdam, en su optimista e irónico Elogio de la locura, habría puesto hoy las cosas en su sitio y no andaríamos diciendo tantas sandeces. O eso o convertir en himno la canción de Ketama, aquella que dice: «No estamos locos, que sabemos lo que queremos. Vive la vida igual que si fuera un sueño».