Juncker lo tiene ahora más fácil; los europeos, no

Martin Schulz frente a Jean-Claude Juncker

Martin Schulz frente a Jean-Claude Juncker / FRED TANNEAU / DANIEL ROLAND

SISCU BAIGES

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A pesar de que no se lo han puesto fácil, todo apunta a que Jean-Claude Juncker será el nuevo presidente de la Comisión Europea. No lo ha tenido fácil porque el Partido Popular europeo que lo presentaba para sustituir a Xose Manuel Durao Barroso ha perdido 53 diputados si se comparan los resultats de las elecciones del 2009 y las del pasado 25 de mayo. Ha obtenido 221 de los 751 de que se compone la Eurocámara.

La alternativa socialista, sin embargo, no suma suficiente como para llevar a su candidato Martin Schulz al frente de la Comisión. El grupo socialista europeo estará formado por 191 diputados, cinco menos que en 2009, y queda 30 escaños por debajo del PPE. La lógica matemática implicaría la elección de Juncker pero algunos gobernantes conservadores europeos, liderados por el británico David Cameron, han intentado evitarlo con la excusa de que el luxemburgués es demasiado europeísta, demasiado federalista.

Quedaría muy feo, sin embargo, que el Consejo Europeo, el punto de encuentro de los presidentes y primeros ministros de la Unión, le dé la vuelta a la voluntad popular expresada el 25 de mayo en las urnas. Los socialistas se han encontrado ante el dilema de oponerse a Juncker, lo que sería lo normal si nos atenemos al debate de las ideas, o apoyarlo para evitar que la derecha liderada por  Cameron imponga un presidente más a su gusto.

Un futuro parecido

El acuerdo final consistirá en que Juncker presida la Comisión Europea y Schulz el Parlamento europeo. Además, el Consejo recaerá en la actual primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt. Empezaremos a verlo claro a partir del 1 de julio cuando se celebre la primera sesión del nuevo Parlamento, que incluirá la elección de su nuevo presidente. Si Schulz sale elegido, Jean Claude Juncker tendrá todo a su favor para ser confirmado como presidente a lde Comisión en la siguiente sesión de la Eurocámara, entre los días 14 y 17 de julio.

Que Juncker sea presidente, claro, no quiere decir que la crisis económica y social que ha sufrido Europa los últimos cinco años se enfoque de forma diferente. Angela Merkel sigue tozuda en aplicar la política de austeridad que tan desastrosa ha resultado. Mariano Rajoy continua creyendo que puede jugar con los impuestos como quiera, dando la espalda a la necesaria fiscalidad común europea. Al inicio de su mandato, se le ocurrió decir públicamente que la Comisión Europea no era nadie para decirle que nivel de déficit tenía que cumplir España. Tuvo que rectificar inmediatamente. Ahora ha dicho que los impuestos los decide él. Y, diga lo que diga la Europa en funciones que nos gobierna estos días, es evidente que la fiscalidad debería unificarse si queremos evitar la consolidación de dos Europas: la rica y la pobre. ¿Con qué argumentos podemos reclamar la mutualización de la deuda de todos los países de la Unión si no li dejamos a Bruselas que influya en la fiscalidad que aplica cada Estado?.

Juncker quizás lo tiene más fácil ahora que hace unos días. Los europeos, sobre todo los del Sur, lo continuamos teniendo tan difícil como antes de las elecciones del 25 de mayo. Y cada vez quedan menos esperanzas de encontrar alguien o algo a lo que podamos encomendarnos para creer que un futuro diferente, mejor y más digno es posible.

Eso sí, lo que Juncker tendrá facilísimo, si acaba presidiendo la Comisión, es hacerlo mejor que su antecesor. Empeorar los diez años de gestión de Durao Barroso es imposible.