Juan Rosell, segundo mandato

Ha sido reelegido presidente de la CEOE tras una batalla en la que ha sido acusado de tibio en la defensa de la unidad de España

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JOAN TAPIA

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La foto de Juan Rosell la mañana del pasado jueves transmite alta tensión, bastante cansancio y serenidad de fondo. Normal. Acababa de ser reelegido presidente de la CEOE por cuatro años más con 345 votos frente a los 312 de su rival, Antonio Garamendi. Solo 33 votos de diferencia. El 52,7% contra el 47%, cuando hace cuatro años -en la batalla por suceder a Gerardo Díaz Ferrán- logró el 62,5%. Tras su primer mandato había vuelto a ganar el partido, pero con un fuerte voto de castigo.

Rosell es un batallador nato. Este ingeniero de la UPB con inquietudes intelectuales -de joven se sintió atraído por el periodismo y estudió Ciencias Políticas- proviene de una familia de empresarios. En 1995, a los 38 años, fue presidente de Foment, y en el 2010, a los 53, presidente de la CEOE. Mientras, ha publicado cuatro libros, ha dirigido Congost (su empresa familiar), es consejero de otras empresas y a principios de los 2000 protagonizó un serio enfrentamiento con José María Cuevas, el eterno presidente y poder fáctico de la patronal española que llevó a que el empresariado catalán se retirara de los órganos de gobierno de la CEOE.

En su discurso, pocos minutos después de la votación, el Rosell batallador reafirmó que había ganado el partido, pero no ocultó el golpe: «Estoy decepcionado con algunos, muy pocos, y agradecido a la inmensa mayoría». Dijo sentir menos ilusión que cuando fue elegido en el 2010, pero más responsabilidad y, refiriéndose al núcleo de sus críticos, remató: «Son pocos pero hacen mucho ruido y creen que la CEOE es una propiedad privada». Continuó: «No es ético confundir mentiras y calumnias con informes que recogen datos cobardes para distorsionar los hechos y las instituciones». Se refería a un panfleto de 14 páginas que circuló los días anteriores titulado 'Rosell y el desastre de la CEOE' y en el que se le acusa de haber hecho una «limpieza étnica» en la organización, de excesiva ambigüedad en la defensa de la unidad de España, de haber declarado después del 9-N que «millones de catalanes se habían pronunciado y el Gobierno no podía ignorar sus aspiraciones», de tener «asesores conversos al independentismo» (en alusión al antiguo diputado del PP catalán Manuel Milián Mestre, un hombre que siempre estuvo muy próximo a Manuel Fraga), y de que había favorecido a Foment, al que «la CEOE ha llegado a pagar todo un año el coste de la calefacción de su sede de la Via Laietana de Barcelona». Este último punto genera estupefacción, indignación e incluso risa en Foment.

Lo cierto es que Rosell no ha ocultado nunca -viene ya de su enfrentamiento hace años con Cuevas- su inconformismo ante una estructura empresarial que cree muy burocratizada y dominada por funcionarios de mentalidad ministerial. Y en estos cuatro años -azuzado, además, por la crisis y la pérdida de ingresos- ha insistido en disminuir la proporción de las subvenciones públicas (gasto de formación incluidos) en los presupuestos, mayor transparencia en las cuentas, desburocratizar, limitar mandatos (ha fijado un máximo de dos -ocho años- para la presidencia) y el código ético. Y a causa de este código han tenido que dimitir este año tres vicepresidentes: Santiago Herrero, de Andalucía; José Terciado, de Cepyme, y Arturo Fernández, de la patronal madrileña CEIM. Este último, pese a ello, se ha mantenido al frente de CEIM (la dimisión será efectiva uno de estos días) y ha sido junto a José Antonio Segurado un fuerte apoyo de Rosell.

La racionalización de la CEOE ha comportado reducir en unas 70 personas la plantilla y jubilar -por edad, mentalidad o por ambas cosas- a siete altos directivos a los que se ha debido pagar una indemnización de 600.000 euros más una pensión (concedida por anteriores juntas) de otros 600.000. Y es en estos núcleos -así como en secretarios generales de algunas sectoriales- donde se ha fraguado una campaña contra Rosell centrada en el recelo ante todo lo catalán.

En el campo del presidente se contaba con que Antonio Garamendi tendría votos, pues logró la presidencia de Cepyme (87 votos frente a 45 de Foment y otros tantos de CEIM), pero no se oculta la sorpresa por las maniobras de antiguos directivos como el exsecretario general adjunto José Isaías, el exjefe de prensa Gonzalo Gárnica e incluso Fabián Márquez, eterno asesor laboral. También por la actitud de la federación andaluza, derrotada hace cuatro años y que sufre una delicada situación legal y financiera.

Pero Rosell mira al futuro. Es el segundo presidente catalán de la CEOE -tras Carlos Ferrer Salat- y prepara el comité ejecutivo de 30 personas que presentará en enero.