GEOMETRÍA VARIABLE

La crisis de Podemos como indicador

Es probable que el partido de Iglesias no ayude a regenerar la democracia

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el hemiciclo.

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el hemiciclo. / periodico

JOAN TAPIA

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Las primarias americanas y las elecciones regionales alemanas –dos países con una recesión más suave que la nuestra y con un paro inferior al 5%- indican que la peor crisis del capitalismo desde el 29, junto al incendio mundial provocado por Bush en Irak y no apagado por Obama en Siria, está teniendo preocupantes consecuencias electorales: el despegue de Donald Trump y la irrupción de la reaccionaria Alternativa por Alemania.

Tiene lógica pues que la crisis más grave de España, donde el paro todavía no ha bajado del 20%, esté teniendo aquí aparatosas consecuencias. Y todo ha empeorado porque nadie advirtió que al abandonar la peseta cambiamos de mundo –para bien y para mal- y que el euro reducía nuestra soberanía económica. El PP optó por la barbaridad de culpar a Zapatero de la crisis y el PSOE ha contestado hablando de la crueldad de Rajoy

Los dos partidos han cometido errores y han alentado la protesta al descalificarse el uno al otro sistemáticamente.

En este clima de crisis económica y política han crecido Ciudadanos y Podemos. C's es todavía una incógnita pero es una opción de centro-derecha que quiere ser más liberal y menos celtibérica que el PP de Aznar y Rajoy, que no supo aprovechar su mayoría absoluta del 2011 para consolidarse en el centro. Y por ahí se coló Albert Rivera, reforzado ahora por el solvente equipo económico que comanda Luis Garicano.

Pero a la izquierda del PSOE las cosas han ido a peor. Los errores de Zapatero no auparon una alternativa madura sino que favorecieron los movimiento de protesta como Podemos, confusos ideológicamente, con referentes primitivos como el venezolano y que vive de la deriva a la izquierda antisistema y de la crítica demagógica. En la Europa central y septentrional la protesta se viste de extrema derecha (Marine Le Pen sería el ejemplo francés) mientras que en la Europa del sur rescata del olvido una izquierda arqueológica con tendencia a creer que Marx es un profeta del siglo XXI y no un teórico del capitalismo del siglo XIX que pasó a mejor vida por el factor corrector tanto del sindicalismo como del Estado del Bienestar.

En el reciente debate de investidura se visualizó que Pablo Iglesias no quiere criticar y modernizar la izquierda sino hacerla retroceder por el túnel del tiempo. El objetivo es debilitar al PSOE refundado por Felipe González que pese a sus defectos bebe en las fuentes de la socialdemocracia alemana. Ahora Iglesias predica una izquierda más a la izquierda. Podría ser un objetivo interesante pero los referentes a los que recurre –Venezuela, la Grecia de Tsipras o el maximalismo largocaballerista que contribuyó al fracaso de la II República- no auguran nada bueno.

Se ha visto estos días en el choque de Pablo Iglesias con las organizaciones regionales de Madrid, Galicia, Catalunya…y en la destitución fulminante del secretario de organización, Sergio Pascual, al parecer más cercano a Iñigo Errejón, quizás mas abierto a una abstención en la investidura de Sánchez. Podemos e Iglesias reproducen así los vicios –corregidos y aumentados- de aquel “quien se mueve, no sale en la foto” con el que nos ilustró Alfonso Guerra. Decir que Pascual ha sido relevado “por una gestión deficiente que ha tenido funestas consecuencias para el partido y que ha beneficiado a los enemigos que defienden el 'status quo'” suena a lenguaje de purga estaliniana. ¿Cuánto va de ahí a descalificar a Errejón como un desviacionista de derechas como Nikolai Bujarin?. Aunque la España de hoy no es la URSS de 1938. Aquí la resultante no puede ser la misma. La Constitución del 78 abolió la pena de muerte.