tú y yo somos tres

Intolerable ¡quieren estudiar!

FERRAN MONEGAL

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Sevilla. Barrio de Santa Cruz. En una calle aledaña a la placita de Doña Elvira un muchacho de 19 años toca la guitarra. A su lado, una muchacha de 18 canta, con excelente voz, aquel hermoso tema que popularizó Consuelo -y también El Parrita- una de cuyas estrofas dice «Tiene una sonrisa que brilla en el agua / y su piel morena como una gitana». Frente a ellos, en el suelo -junto a la limosna de unos céntimos de euro por allí desperdigados- una hoja blanca, Din A4, lleva rotulado el siguiente mensaje: «Para nuestros estudios. Gracias». Los dos jóvenes, universitarios, fueron entrevistados por las cámaras del programa Ciudadanos (Antena 3 TV). Decían: «En casa solo entra un sueldo de 800 euros al mes, el de mi padre. Hacemos esto para ver si sacamos algo para pagar nuestras matrículas». Este panorama sobre la educación en España que nos ha presentado Julia Otero ha sido demoledor. En primera fila, una joven, Carmen, que trabaja por las mañanas de becaria en una financiera y los fines de semana despacha en una tienda, desea poder seguir estudiando por las tardes, «pero me ponen trabas, obstáculos, para seguir formándome». Y el profesor Gonzalo Bernardos, después de un repaso pavoroso a la intolerable miseria de medios e instalaciones que sufren estudiantes y profesores -particularmente grave en Baleares, Canarias y Andalucía-, hizo la siguiente reflexión: «En la España de gigantescas infraestructuras inútiles, en la España de autovías vacías, en la España de los aeropuertos sin aviones, la educación no ha interesado. Llevamos siete reformas y hemos logrado ir a peor. Esto es digno de un país africano. Hay familias, madre e hija, que han estudiado en el mismo barracón». ¡Ahh! Saben que la educación proporciona libertad, por eso impulsan la ignorancia, que genera servidumbre.

UN 'SINTECHO'.- Los Callejeros de Cuatro han encontrado un sintecho en las calles de Madrid. Lamentablemente, no es noticia. Pero este es singular: recita poemas suyos. «Alguien llora, porque se encuentra perdido, a solas con su silencio, casi helado de frío, consumido por el hambre, pero aún más por el olvido. Aunque él tiene nombre, todos le llaman mendigo. Aunque él, yo y tú, seamos el mismo». Se llama Javier Sierra Oliva. En el año 2009 publicó un estimable libro, Caminante sin camino que encontró su destino. Hoy es un homeless que malvive recitando poemas a los transeúntes.