MIRADOR
La incógnita mayor y la gran paradoja
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
XAVIER BRU DE SALA
No se trata de afinar más o menos en los sondeos, sino de la extrema dificultad de medir la intensidad y la dirección precisa de los vientos de cambio. Que soplan fuerte, es evidente. El resto, todo el resto, no es nebuloso o translúcido sino opaco. Muy opaco.
¿Ganará el sí? Que la candidatura encabezada por Raül Romeva está en condiciones de obtener más del doble de escaños que la segunda parece seguro. Pero esta victoria solo sería significativa de verdad si superara el listón de los 64 o 65 diputados, algo que nadie está en condiciones de asegurar. Si no llega a 60, victoria pírrica, que no es exactamente una derrota pero se le parece. Si Junts pel Sí queda muy por detrás de los 65, el independentismo habrá perdido el primer asalto. Aunque con la CUP llegue a la mayoría absoluta y con Catalunya Sí que es Pot los vientos del cambio ronden los 90 escaños (¡90 de 135!) el huracán despeinará el Parlament, pero no tendrá consecuencias sobre la realidad del poder, que se quedará en manos de Madrid, por lo menos de entrada. Nada de DUI, pues, más allá de la dialéctica política. Como en los videojuegos, habrá que esperar la pantalla siguiente.
En cuanto al recuento de votos por el sí, es decir al aspecto más refrendario de las elecciones, el pronóstico es más imposible todavía. Como en el circo. Las últimas experiencias en países avanzados -Quebec por partida doble y Escocia— son de fracaso de la independencia, después de pronósticos ganadores y con poblaciones más homogéneas desde un punto de vista identitario. Según todos los sondeos, incluido el último de la Generalitat, el independentismo recula y se aleja del 50%. Con estos condicionantes, que las dos listas por la independencia obtengan más del 50% de los votos es problemático. Mucho. Y no vale hacer trampas, porque no existe ninguna otra forma homologable de contar que sea equivalente a un referéndum. Los referéndums no se ganan con escaños sino con votos. Los escaños, para hacer brindis al sol (y para gobernar, si se puede). La mayoría de papeletas (después de restar los votos nulos y en blanco), para saber si la sociedad está o no a favor de la independencia. Si, contra pronóstico, resultara que sí, ya veremos cómo se administra. En caso contrario, faltará legitimidad democrática para aplicar cualquier hoja de ruta.
Ahora, una vez aclarados los parámetros de la incógnita mayor, pasen y observen la gran paradoja. Si gana el sí, sabremos que la sociedad opta por la independencia. Pero que pierda el sí no significa que gane el no. El proceso no se acabaría. Después del primer asalto, vendrá el segundo. Y el tercero si es preciso. ¿Con qué resultado? Dependerá del ritmo de producción de la gran fábrica de independentistas abierta en Madrid.
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