Dos miradas

Homo-bichos

Asistimos a la clásica lucha entre débiles, que tanto gusta al poder. En este caso, dos criaturas peleándose por unos metros de suelo

Un hombre mirando ofertas de pisos de alquiler en los expositores de una inmobiliaria del barrio del Poble Sec de Barcelona.

Un hombre mirando ofertas de pisos de alquiler en los expositores de una inmobiliaria del barrio del Poble Sec de Barcelona.

EMMA RIVEROLA

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Cucarachas, hormigas, polillas, arañas, incluso chinches… son algunos de los insectos que pueden corretear por un piso. Muchas veces parecen invisibles. Tienen sus nidos en lugares inaccesibles y solo escapan de su escondite cuando les sorprendemos encendiendo una lámpara en mitad de la noche. Ahora, leyendo a Carles Cols  Carles Cols en EL PERIÓDICO, hemos descubierto que hay otra especie empeñada en habitar entre nosotros.

Como los insectos, resulta despreciable en tamaño respecto a los que quieren exterminarla, pero puede resultar extraordinariamente molesta. Es el homo-bicho. Esos inquilinos que, en un juego de manos, pasan a ver cómo el piso que habitan ha cambiado de propietario con ellos dentro. La cosa es que, si el contrato de arrendamiento no está inscrito en el registro de la propiedad, algo habitual, el inquilino pierde sus derechos en el piso. Un «¡quita, bicho!» en toda regla.

Hay algo especialmente perverso en ese pisoteo. Los pisos con inquilino son más baratos que los libres de homo-bicho. Y eso atrae a dos tipos de depredadores: los grandes inversores, lo más parecido a una plaga de langosta, y los desesperados que buscan una vivienda y no hallan nada que se ajuste a su presupuesto. Entonces asistimos a la clásica lucha entre débiles, que tanto gusta al poder. En este caso, dos criaturas peleándose por unos metros de suelo. Al fin, en la nueva burbuja inmobiliaria, todos (o casi todos) somos homo-bichos.