Los hombres, las mentiras, las mujeres y los tacones

SÍLVIA CÓPPULO

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Hay semanas en las que la perplejidad nos inunda. Alexis Tsipras, de Syriza, gana las elecciones griegas, mira aquel punto de sus estatutos que dice "lucharemos por la defensa de los valores de la justicia social, la igualdad y la libertad contra el patriarcado" y lo aplica justamente en sentido contrario. Ninguna mujer en su Gobierno. Es decir, Tsipras el primer día hace sencillamente lo que le sale de los pantalones. 

El cofundador de Podemos Juan Carlos Monedero cobró en el 2013 --a través de su empresa-- más de 425.000 euros por asesorar a los Gobiernos de Bolivia, Nicaragua, Venezuela y Ecuador. Enhorabuena, si el trabajo está hecho y bien pagado. Ahora, que Pablo Iglesias asegure que Monedero es un filántropo porque una parte de este dinero lo invertirá en su productora de televisión francamente es confundir al personal y hacer pasar gato por liebre.

"Miedo", dice Jordi Pujol. Por miedo no regularizó el dinero que tenía en el extranjero. Que no sabía ni en qué país estaban los 140 millones de pesetas que le habría dejado su padre, y que no quiso saber cómo se transformaron en más de 4 millones de euros, más de 500 millones de pesetas. Pujol, sentado en una sillita hablando en castellano a la jueza. Ves la imagen tristísima, compruebas que es el 'president' y continúas sin acabártelo de creer.

Y entonces salen Bustos y Fernández, estilo Dupond y Dupont de 'Las aventuras de Tintín', diciendo en el juzgado que no reconocen su propia voz en la grabación en la que hablan de colocar a una exalto cargo del tripartito en el Ayuntamiento de Montcada i Reixac. Hay que llamar a la alcadesa, dicen, porque es "tonta del culo y hay que apretarla". Es tragicómico.

E incredulidad al oir a Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, diciendo que Luis Bárcenas delira, y es porque le ha afectado mucho la prisión. Y por eso repite que Mariano Rajoy sabía que en el partido se llevaba una doble contabilidad. ¿Quién delira?

Suerte de ti, Michelle. ¡Qué elegante que estabas cuando fuiste a dar el pésame por la muerte del rey saudí Abdullah con pantalones negros, blusa azul eléctrico y chaqueta larga azul y negra! La esposa del presidente norteamericano no se puso el velo en la cabeza y lucía una media cabellera al viento. La sharia obliga a las mujeres saudíes a llevar velo y a ir totalmente tapadas y de negro en un país en el que esto de los derechos de las mujeres es un chiste. Michelle, eso sí que es ir con los tacones bien calzados.