La clave

Guerra se va, llega Pablo Iglesias

La marcha del histórico líder socialista y la aparición del líder de Podemos explican el gran cambio que se registra en la política española

JUANCHO DUMALL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Para alguien tan mitómano como Alfonso Guerra debe ser todo un trauma que el líder de la fuerza política emergente, Podemos, se llame como el fundador del PSOE y de la UGT. Y más aún si, como le ocurre al veterano diputado sevillano, tiene la condición de presidente de la Fundación Pablo Iglesias, entidad que a partir de ahora deberá añadir en sus comunicados corporativos la coletilla de «no confundir con el de la coleta».

El destino ha querido que solo diez días después de que Guerra anunciara que dejaba la política activa, Pablo Iglesias fuera proclamado secretario general de Podemos. Los dos episodios explican por sí mismos el profundo cambio -no solo generacional- que se registra en la política española. Guerra fue un estandarte de la transición. Suyas fueron muchas de las orientaciones de la Constitución de 1978, tejidas, según la leyenda, en noches interminables junto a Fernando Abril Martorell (UCD). Ahora se va en el momento en que a la Carta Magna posfranquista se le descosen las costuras. Y llega Pablo Iglesias, hijo de la transición y nieto del rock and roll, ligero de equipaje -en expresión de Machado, otro mito del exvicepresidente- y lo hace con el ímpetu de aquellos socialistas sevillanos que en los años 70 corearon los estertores de la dictadura con un mensaje ilusionante, limpio y de izquierdas.

Un nombre como banderín

Hombre de frases tan rotundas como polémicas, Guerra dejó una para el recuerdo en su despedida en la cadena SER, el miércoles, cuando Pepa Bueno le preguntó por la coincidencia del nombre del fundador de su partido con el del rostro de Podemos. «El nombre histórico de Pablo Iglesias está lleno de tanto honor, tanta historia, tanto sacrificio, que usarlo como banderín, y gratis, es muy beneficioso». Lo cual, dicho así, parece una acusación de usurpación de identidad, una reclamación para que el joven eurodiputado y profesor de Ciencia Política se cambie de apellido.

Guerra, de 74 años -37 vividos sin libertades políticas y otros 37 de diputado- deja el Congreso, su hábitat natural, cuando se acerca un terremoto que dará alas al otro , el de 36 años.